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El cine y el daño hecho

U sted y yo sabemos que hoy es día de elecciones y que huelga un recordatorio al efecto. Será, a todas luces, más ilustrativo que hablemos -como me viene pidiendo- sobre el perspicaz aserto del señor Apaolaza: «El cine ha hecho mucho daño». Usted vivía tan ricamente, estudió lo que pudo y cuanto pudo, acude a su trabajo y paga sus facturas. Podría decirse que sus necesidades básicas estaban satisfechas. Mas, ay, hete aquí que la gente va al cine y ve la televisión. La vida solía ser lo que a uno le rodeaba. Ya no es así. La vida, ahora, es lo que sale en pantalla. Y si no lo es, se convierte en la aspiración de lo que debería ser.

JAVIER LÓPEZ
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Usted, que tenía gustos sencillos y disfrutaba con un desayuno de pan con aceite y arencas y con un gazpacho fresco en primavera y verano, ahora quiere batidos energéticos y sólo ingiere alimentos macrobióticos. Adiós a las sardinas con cebolla y a la pringá. Ha cambiado de champú y se aplica un ungüento antes (¿!) de afeitarse. El otro día, sin ir más lejos, se descubrió a sí mismo ante el espejo preguntándose si su indumentaria iba bien con el tono de su pelo y las cortinas. Quiere tener éxito profesional y ser guapo o guapa y que todos los que le rodeen se muevan en los mismos parámetros. Ahora, tras horas de esfuerzos en el gimnasio del barrio -que se llama Xanadú-, desprecia al canijo de su compañero de trabajo y a ese amigo que se está poniendo algo fondón. Está persuadido de la imperiosa necesidad de ser un atleta sexual y hace mucho tiempo que dejó de preguntarle a la interminable lista de parejas que ha tenido cuáles eran sus intereses y sus aficiones. Y aún así, no se siente vacío. Tiene razón Apaolaza, el cine ha hecho mucho daño.