Una tierra partida
Es más fácil llegar al norte de Albania desde Kosovo que desde el propio país. Este lugar remoto ha dado al país mucha de su fama como tierra salvaje, y también ha alimentado el racismo. El intelectual y político serbio Vladan Georgevic mantenía tranquilamente en 1913 que se podían encontrar albaneses con cola en las montañas. Los habitantes de estas aldeas de difícil acceso bajaban al mercado, al médico, a hacer recados a Djakova, en Kosovo. Por eso cuando se trazó la frontera de Albania en 1912 ellos se quedaron atrapados entre esa raya y las montañas, sin localidad de referencia.
Actualizado:«Algunos habían bajado al pueblo a hacer cosas y allí se quedaron, se rompieron familias, hasta parejas de novios», cuentan los vecinos de Zogaj. Luego fue peor: de 1948 a 1999 la frontera estuvo cerrada. Hermanos, primos y tíos no se vieron en medio siglo. Por eso han celebrado con lágrimas la independencia de Kosovo. «Ha sido la primera alegría en siglos. Somos lo mismo de un lado y otro, tenía que ser así desde 1912», se repite por todas partes. Como en Pristina, la fecha, 1912, regresa del pasado con Kosovo.
No es que quieran unir Albania y Kosovo, saben que no es posible... ahora. Pero quizás un día sí. «Como las dos Alemanias», dice Ismet Martini. «Mira esta casa, es como si Albania, una mitad, tuviera techo y Kosovo no. Ahora lo tiene. Es la misma casa, aunque haya una pared en medio. Ahora no importa, lo que queremos es entrar en Europa, allí estaremos juntos». La UE es el sueño de esta tierra pobre, solitaria y olvidada.
No hay carreteras. El hospital más cercano, a cuatro horas. Esos jóvenes albaneses que han emigrado a Gran Bretaña, Grecia o España a menudo salen de pueblos como éste. Sólo los postes de luz son nuevos en un paisaje casi intacto desde el medievo. Al menos el surrealista régimen estalinista de Hoxha se empeñó en llevar electricidad al último rincón.