Empate a nada en el José del Cuvillo
El técnico visitante tuvo que seguir parte del encuentro escoltado en el banquillo por miembros de la seguridad
Actualizado:Lo de ayer entre Portuense y Águilas pasó de ser un partido a un engaño a los espectadores. Resulta increíble creer que dos equipos con misiones distintas en la tabla clasificatoria, el murciano que lucha para ascender, y el Portuense, en puesto de descenso, pasen olímpicamente de la portería rival y se dediquen sólo y exclusivamente a mantener su portería a cero. Mayor gravedad si cabe, la del cuadro gaditano que jugaba en casa y está con la soga al cuello.
Sin quitar méritos a la labor defensiva a los jugadores murcianos, pero Miguel Rivera ganó el punto, no como había planteado el encuentro, sino de la manera que se echó el equipo a sus espaldas. Ante la falta de espectáculo el público local, se dedicó a tomarla con el técnico visitante, por el sólo hecho de salir de su área técnica. Tanto es así, que a partir del minuto 75 de encuentro, dirigió al equipo escoltado en el banquillo por un buen número de miembros de la seguridad, que le protegió hasta que se montó en el autobús. Lamentablemente, fue la nota más destacada del choque, lo que demuestra cómo fue el partido. La primera mitad fue para olvidar, con 45 minutos en los que ninguno de los equipos disparó a portería contraria.
El cuadro murciano, lanzó su primer córner a los 37 minutos de encuentro. Su fútbol ofensivo no existió y el peligro no llegó a ninguna de las dos porterías. El Portuense llevó ligeramente el dominio, pero sin rematar tampoco entre los tres palos de la meta de Iván Gómez.
La segunda parte continuó por los mismos derroteros bajo los que había transcurrido la primera aunque una vez llegaron los dos al área pequeña. Primero sería el Águílas en el minuto 62 con un pase de Tariq a José García, que sólo ante Wilfred, remató flojo. Parecía que los dos equipos se habían puesto de acuerdo y el choque se convirtió en un «si tú llegas, yo llego». Ocho minutos más tarde, Zurdo se encontró con un remate de cabeza que picó hacía abajo muy débil y un defensa sacó bajo la línea de gol. Igualdad también en eso, en fallar las ocasiones, «si tú no marcas, yo no marco». Los minutos pasaban, ante la indiferencia del espectador sobre lo que estaba ocurriendo en el rectángulo de campo y todas las miras hacía el banquillo visitante. Se llegó al final, donde lo mas justo hubiera sido, que a todo aquél espectador que pasó por taquilla, le hubieran devuelto la entrada.