FELICIDAD. Arturo Casado, tras conocer que lograba la medalla de bronce. / EFE
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Higuero acaba tercero y Casado cuarto en la final de 1.500 metros Un batacazo en la última valla deja a Josephine Onya sin medalla de bronce

Los atletas españoles lograron la medalla de plata y la de bronce tras la decisión de descalificar al ganador, pero los jueces dieron marcha atrás un poco más tarde

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Juan Carlos Higuero se queda a veces, tras el entrenamiento, subido encima de una barra. El pie se desliza encima de ella. Adelante y atrás. Adelante y atrás. Trabaja su tobillo. Intenta mejorar el juego de esta articulación. El atleta de Aranda incorporó este hábito tras el Mundial de Osaka. Allí se llevó la única decepción de la temporada, pero también se trajo de Japón una recomendación. «Trabaja tu tobillo y lograrás mejores resultados». El hombre que pronunció esta frase fue Hitoshi Mimura, un japonés que está considerado todo un gurú en el diseño de las zapatillas. Mimura hizo un estudio detallado del cuerpo, especialmente de los pies, de Higuero. Y antes de dar las medidas para la confección de su calzado le dio el consejo.

Medio año después, Higuero cabalgaba en la recta final de los 1.500 del Mundial sobre sus zapatillas rojigualdas. El español superaba a un valiente e inteligente Arturo Casado y lograba la medalla de bronce. Un bronce que se convirtió en plata. Aunque sólo durante unos minutos.

El Jurado de Apelación, tras estudiar el vídeo, determinó que no había motivo para descalificar al ganador. Casado, que había descubierto que tras la decepcionante semifinal estaba más fundido de cabeza que de piernas, que había caído nada más cruzar la línea de meta, rendido, ahora sí exhausto, se encontraba con un bronce de regalo. La descalificación del ganador, Deresse Mekonnen, por pisar por fuera durante la carrera, permitía a los españoles subir un peldaño en el podio. Etiopía recurrió la sanción. Y prosperó. Las imágenes demostraban que había pisado fuera de la pista, pero sólo una vez y como consecuencia de un empujón. El jurado entendía que no se había beneficiado con ese apoyo.

Los dos españoles respondieron en una carrera sucia. El etíope y el keniano Daniel Kipchirchir, ganador efímero, no lograron llevar la carrera a un punto inalcanzable para Higuero y Casado. Lo intentaron. Salieron como locos. 27.88 el primer 200; 57.72 el 400. Pero empezaron a cundir los nervios, todos querían un vagón preferente en este tren. Y se ralentizó. Higuero se metió de lleno en el bosque de codos. Las tuvo tiesas con Ramzi, que después de estar desaparecido todo el invierno, sólo pudo acabar cuarto. Casado fue más prudente, más paciente también. Se quedó en la cola, viendo cómo se repartían 'regalos' por delante. Pero cuando iban a dar el antepenúltimo paso por meta se abrió a la calle 3 y se adelantó. El Palau Luis Puig entendió que los españoles estaban en la lucha por las medallas. Y el público rugió. Una vuelta más tarde era el turno de Higuero, que salió de la última curva con Casado a su alcance. Y lo cazó.

Después vino todo el embollo de la descalificación y la recalificación. Casado, lógicamente, subió los 29 escalones que separan la pista del set de TVE dando cabezazos, lamentándose por haber acariciado la medalla y no haber sido capaz de apresarla. Pero una vez allí comenzó a escuchar unos gritos extraños: «Tercero, eres tercero!». Y enloqueció. Se giró hacia el público y, ante el asombro de sus seguidores, comenzó a saltar, a vocear, a reclamar la atención para comunicar que estaba en el podio. Unos minutos de alegría más que merecida.