Hernández Guerrero retrata en un libro el valor humano de las 'gentes de Cádiz'
Los biografiados pertenecen a ámbitos tan diversos como la medicina, la literatura, el sacerdocio, la política, el cante, el fútbol, la enseñanza o el periodismo El autor ha querido mirar a estas personalidades bajo el prisma de la «sencillez»
Actualizado: GuardarLa calidad humana de un numeroso grupo de gaditanos ha sido el criterio de selección a través del que el profesor José Antonio Hernández Guerrero reúne en su último libro, Nuestras Gentes, los perfiles de diferentes personalidades de la tierra que de alguna forma han dejado huella en el escritor. Un legado y ejemplo que también «tiene mucho que aportar al lector», asegura.
Rafael Alberti, Antonio Aranda, José Araujo, Manuel Barbadillo, Eduardo Benot, Gonzalo Córdoba, Mariana Cornejo, María del Carmen García Tejera, Francisca Méndez Garrido, Paquera, Mariano Peñalver, Emilio Castelar, Beni de Cádiz, etc., suponen sólo un pequeño porcentaje de los biografiados, pertenecientes a ámbitos tan diversos como la literatura, la medicina, el sacerdocio, la ciencia, la política, el fútbol, el cante, la enseñanza o el periodismo.
«Mientras haya alguien odiado, desconocido o ignorado, habrá algo que hacer en la vida: acercarse a ese hombre». Es la cita de Cesare Pavese (El oficio de vivir), con la que el autor ha querido abrir su particular declaración de intenciones a la hora de elegir a los protagonistas de este tomo.
«Las letras mayúsculas de los episodios nacionales, los atuendos vistosos de las personalidades eminentes y los gestos solemnes de los actos suntuosos velan la naturaleza real de sus cualidades sustanciales; ocultan la esencia íntima de los valores humanos», argumenta José Antonio. Con ello, ha querido transmitir la oportunidad de esta obra mediante una perspectiva «subjetiva», en la que prima la «sencillez» del carácter de los retratados «con independencia del rango social, la ocupación política o religiosa, su poder o sus títulos».
En este sentido, el autor pone como ejemplo a Manolín Bueno, conocido como el futbolista que jugaba en el Real Madrid: «no es eso o que me interesa de él en ese libro, sino su coherencia ética», afirma. «Igualmente ocurre con el vicario Félix González, al que recuerdo llevando medio kilo de pijotas a su sobrino...».
Esto explica el hecho de que a Hernández Guerrero escudriñe más en las personas que en los personajes. «Me fijo en los seres que impropiamente llamamos anónimos, en esos individuos ignorados que poseen, como es natural, nombres y apellidos».
Como complemento al tratamiento anecdótico o al halago a la laboriosidad de cada uno de estos gaditanos, el escritor añade en la parte inferior de cada perfil los datos rigurosos de su vida y trayectoria.