Consolidación de su carácter universalista
Es destacable el extraordinario trabajo organizativo
Actualizado:Si hay que destacar algo a la hora de hacer balance de lo que ha sido la duodécima edición del Festival de Jerez es el extraordinario trabajo del equipo capitaneado por Francisco López, director del Villamarta. Todas las piezas han encajado a la perfección en cuanto a los aspectos organizativos de una muestra que sigue consolidándose en el plano internacional como una de las grandes citas del flamenco.
En cuanto al terreno artístico, de lo visto sobre las tablas del Teatro Villamarta, sale uno con la convicción de que la muestra permanece fiel a su vocación universalista. Esto es, su intención de mostrar todas las tendencias posibles sin mantener una preferencia sobre una determinada forma de expresión. Algo que se me antoja muy enriquecedor, pues, se alternan espectáculos de calado clásico con lo vanguardista; de lo denominado como puro con la fusión; el baile y la danza. Tal vez, lo único que se echa en falta pueda ser una mayor presencia de la danza española, problema que no es achacable al Festival, ya que estas propuestas o bien escasean o bien tienen que adornarse de elementos flamencos para poder circular.
Variedad
Desde luego, y dada la extensión temporal de la muestra. ¿Puede estar resultando algo larga? La calidad de los espectáculos ha variado mucho.
Sin que suponga un orden de importancia han resultado con una nota muy alta las propuestas de Israel Galván por el mensaje y la valentía expositiva de su baile; la obra Mujeres en la que Mario Maya supo crear un espacio comunicativo donde tres generaciones de dieron la mano; la exquisitez y elegancia de la Puerta Abierta de Isabel Bayón; la originalidad y calidad coreográfica de la Compañía Dospormedio de Estévez&Paños y, en ese mismo sentido, el Nuevo Ballet Español. Sin dejar de mencionar a Eva La Yerbabuena que sin tener una noche excepcional, siempre regala arte del grande y a los maestros, Güito y Manolo Sanlúcar, que cerraron las galas.
En un terreno intermedio, se situarían otras obras, sin desmerecer, como la nueva reinterpretación de los conceptos que adornan a El Pipa; la fidelidad estética de Andrés Marín con su homenaje al Café Cantante; el visceral arte de Los Farruco o la recreación juncal de Poveda.
Manifiestamente mejorables fueron las invitaciones de Manuela Carrasco, su baile aparte; la propuesta de baile cuché de El Amargo y el fallido ¿Viva Jerez! con el que comenzó la muestra y que bien hubiera servido para hacer homenaje a ese Jerez oculto en los nombres de Chacón, Mojama, Cepero, Medina El Viejo, Belmonte o Balao.
Lo importante es que el Festival ha mostrado una buena salud, y lo que es mejor, sus posibilidades de seguir creciendo. Que así sea.