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Un «hombre libre» en el peaje
Isaías Carrasco trabajaba como cobrador en la autopista AP-1, era hincha del Athletic y solía ir a Zamora, al pueblo de sus padres, para disfrutar de los toros y la Semana Santa
Actualizado: GuardarHasta las pasadas navidades, era fácil saber cuándo trabajaba Isaías Carrasco. Bastaba recorrer con un vistazo las cabinas del peaje de la autopista AP-1 en Bergara. Si le tocaba turno, junto a su taquilla de cobrador había siempre un automóvil estacionado. Un obrero escoltado. Esa sombra protectora desapareció medio año después de que el ex concejal socialista dejara su silla en el Ayuntamiento. «Lo hablamos mucho con él», relata Blanca Roncal, también edil del PSE. Trataron de convencerle. ETA ataca al blanco más desprotegido, le decían. Era una diana fácil. Atajo de sangre. «Pero Isaías estaba cansado de llevar escolta. Por su familia...», prosigue Roncal. También José Luis, uno de sus amigos, discutía con él por eso. «Me respondía que él era un hombre libre».
No se había acostumbrado a ser otro ciudadano, un concejal con guardaespaldas. «Isaías era un compañero, un amigo, un tío del barrio», define José Luis. Durante cuatro años tomaron vinos juntos al lado de los escoltas. A su sombra. Enrejados por el temor. Ayer no. Ya no había vigilancia. Tenía sólo 46 años: tanto por delante. «Media hora antes estábamos echando unos tragos. Justo hoy -por ayer- me ha traído una caja de vino, de La Rioja, que allí tiene una caravana. Venía de comer en casa y marchaba al peaje, a trabajar». A las 13.30, a la hora desolada, sonaron cinco tiros. Aire sin ruido. El relámpago que precede al trueno, el tiempo para una pregunta. ¿Quién ha sido? Isaías. «Me guardaré esa caja de vino. Pero no para brindar por él, sino para cuando cojan a los cabrones que han hecho esto», avisa José Luis.
Isaías era una de las voces de la calle Navas de Tolosa, una esquina proletaria de Mondragón. Hileras de pisos con apellidos venidos de Andalucía o, como su familia, de Castilla, de Morales de Toro (Zamora). Allá nacieron sus abuelos y sus padres, en tierra roja de vino. Isaías no. Su paisaje infantil fue siempre el que ayer le vio morir: Mondragón. El padre (ya fallecido) había dejado el campo por un buzo en el Taller Asan. Isaías creció en la calle Aramaio, paralela a Navas de Tolosa. A patadas. Al balón. Era hincha del Athletic. Por edad vivió en la adolescencia los últimos títulos rojiblancos. La euforia de la gabarra. Y fue futbolista en el equipo del barrio, el Pedrusco.
Delantero centro
«Era un delantero centro correoso», recuerda uno de sus compañeros de plantilla. En el Pedrusco también empezó Andoni Zubizarreta. Fútbol regional, entu- siasta. «Era la pimienta de todas las reuniones. Simpático, risueño». Ya entonces iba a algunos entrenamientos su novia, María Ángeles, embarazada de su hija mayor, Sandra. Isaías fue un padre joven, con apenas 26 años. María Ángeles es hoy una viuda prematura. Ayer, ella y Sandra le vieron morir en su barrio, el de San Andrés.
Fue un viernes pautado, como todos. El camino de siempre, tan fácil de espiar: por la mañana acompañó al crío a la escuela, luego un rato de bares con la cuadrilla, comida temprana y al peaje desde las dos de la tarde. No llegó. Cinco detonaciones sonaron mal, a terrorismo. La esposa y la hija mayor escucharon el horror desde la ventana. Una ventana a gritos. Abajo, escena glacial. Isaías Carrasco, tirado en la calle. Con la sangre a la vista, con la vida desparramándose. Poco a poco se arrimaron vecinos y amigos, con los gestos que preceden a las lágrimas. Y la sirena alarmada de una ambulancia. Atrás quedaba otra familia calcinada, la de Isaías, su mujer y sus tres hijos (Sandra de 20 años, Naiara de 17 y el pequeño Adei, de cuatro).
Atrás. Isaías Carrasco aprendió pronto a sacar a su familia adelante. Primero en el taller donde andaba el padre, luego en la obra y ahora en la empresa Bidelan, encargada del peaje de la autopista AP-1, la que pronto irá de Vitoria a Eibar. Él y su mujer, ahora en paro, no se encerraban en casa. «Isaías estaba en la comisión de fiestas. Era superconocido aquí», cuenta otro vecino. «A mí y a mi hermano nos entrenó en el equipo de futbito», añade.
Primero jugador y luego entrenador. Primero militante del PSE y afiliado a UGT, y luego concejal en el Consistorio de Mondragón, desde junio de 2003 hasta mayo de 2007. Formó parte de la Comisión Informativa de Desarrollo Estratégico y representó a su partido en el Consejo Sectorial de Medio Ambiente, un órgano compartido con asociaciones ecologistas, sindicatos y la Universidad de Mondragón. «Siempre estaba dispuesto a trabajar por el partido socialista. Comprometido con su pueblo», destaca Miguel Buen, presidente del PSE guipuzcoano.
Carrasco se presentó también a las últimas elecciones municipales (2007), en el puesto seis de la lista socialista. No salió. El PSE obtuvo sólo tres ediles. Unos meses después, antes de las últimas navidades, decidió renunciar a la escolta. Ya no ocupaba ningún cargo ni en el consistorio ni en el partido. Un hombre libre en Mondragón, un pueblo gobernado por ANV y tatuado con pintadas a favor de ETA. A Isaías Carrasco le gustaban su barrio, el fútbol y los toros. Acababa de cambiar el turno en el peaje para ver el partido del Logroñés ante el Zamora, el equipo de la tierra de sus padres. Allí, a Morales de Toro, solía ir para asistir a las capeas de recortadores, de esos toreros de goma que esquivan al astado. Eso en verano. Antes, en primavera, no se perdía la Semana Santa castellana. Con los amigos. Su hermandad. Ayer, en su otro pueblo, cinco tiros adelantaron las fechas de la procesión.