PROTAGONISTAS. Nueve féminas cuentan sus vidas con motivo del Día Internacional de la Mujer.
Ciudadanos

Nueve mujeres con nueve vidas

Un grupo de mujeres de distintas generaciones y profesiones narran desde diferentes perspectivas las barreras de género que han tenido que superar

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Nueve mujeres cuentan a LA VOZ cómo les ha influido su sexo para desarrollar sus vidas. Son nueve trayectorias diferentes, nueve historias, en la que la lucha y el compromiso son los puntos en común. Generación tras generación la igualdad entre hombres y mujeres sigue siendo sólo apariencia. Ellas lo han comprobado.

EMPRESARIA DE ÉXITO

Isabel Gallardo de Torres

Trabajar en un sector de hombres

Isabel Gallardo de Torres es una de esas mujeres valientes que lucha por sus sueños hasta hacerlos realidad. Así se resume la vida de esta empresaria, propietaria del club Carballo junto con Juan Mateo, que desde hace más de una década ha tomado las riendas de su empresa. Tras ocho años trabajando como empleada en el club, Isabel conoció de primera mano lo que supone ser mujer en un sector muy masculino como éste. «Imagínate lo que supone entrar en federaciones de artes marciales formada sólo por hombres», asegura. Sin embargo, su constancia y su profesionalidad le bastaron para hacerse con el respeto de sus compañeros y ahora se ha convertido en un referente en el sector. Isabel destaca el apoyo que ha tenido de la Asociación de Mujeres Empresarias, sus amigos, familiares y compañeros en todo este camino.

EMIGRANTE

Carmen Facio Segui

Un viaje a Tarragona en busca de empleo

La historia de Carmen Facio Segui, a sus 33 años, sigue la estela de la de otras muchas personas que tuvieron que tomar la determinación de viajar, a veces sin un guión establecido, lejos de las fronteras que las vieron crecer en búsqueda de un sustento. Tras finalizar sus estudios en el instituto, Carmen optó por matricularme en Turismo, pero reconoce que no era una buena estudiante. A los 22 años comenzó a trabajar los fines de semana para pagar sus estudios y en el momento en que observó que se hacía con una cierta autonomía económica decidió abandonar las clases. Con el devenir de los años ha estado trabajando en varias empresas, pero ninguna le brindaba la estabilidad laboral suficiente lo que le hizo ir de un trabajo a otro con el propósito de mejorar. A la hora de hablar de marcharse de San Fernando, Carmen admite que no ha sido una decisión fácil. En breve partirá hacia Tarragona para trabajar en una empresa que le ofrece un contrato de ocho meses y la posibilidad de que se le presenten más ofertas laborales. A juicio de esta isleña, «está claro que las mujeres no tenemos la misma igualdad de oportunidades en el mundo laboral que los hombres. Un ejemplo de ello es que el sexo femenino le tiene que dar muchas vueltas a eso de formar una familia porque a la primera de cambio la empresa la pone de patitas en la calle», sostiene Carmen.

EXTRANJERA

Sabine Amory

Una camarera licenciada en informática

Sabine Amory. creció con programas españoles como La Bola de Cristal y Tocata y «según me fui haciendo mayor, me daba cuenta de que lo que veía en la tele era mucho mejor para mí, en comparación con mi vida en Argelia», comenta. «Ser mujer en un país árabe es, no sé como decirlo, diferente», recuerda ahora Sabine, sentada en una cafetería de la plaza de Mina, en Cádiz. Acaba de cumplir 37 años. Esta francesa, licenciada en Informática es la pequeña de los cuatro hijos de un diplomático francés. Y no ha dejado de viajar. Ha vivido antes en Francia, Argelia, Holanda, Inglaterra y Alemania. Y se casó, aquella vez que su maleta inquieta recaló en la antigua Yugoslavia. Era 1990, y la guerra estaba a punto de volver a desangrar a la zona de los Balcanes. «Me enamoré de un universitario serbio. Cuando estallaron los enfrentamientos, se puso difícil para él seguir estudiando en su país. Nos queríamos. Y a mi padre se le ocurrió que era buena idea que nos viniéramos a Francia, donde vivíamos», explica Sabine. «Pensamos que casándonos las cosas se pondrían más fáciles para él, pero éramos jóvenes, y al poco nos dimos cuenta de que lo que cada uno buscábamos era distinto», dice. Aunque Sabine ha trabajado en el departamento informático de multinacionales como Microsoft, o empresas de comunicación como la BBC, desde que llegó a Cádiz hace tres años sólo le sale trabajo como azafata, acomodadora o intérprete. Y aquí ser mujer u hombre, se queja, sí se nota en la nómina que llega a casa a finales de mes. «He visto cómo haciendo el mismo trabajo que ellos, y empleando las mismas horas que ellos, mis compañeros cobraban siete euros la hora y nosotras cuatro. Y nadie se queja abiertamente», se lamenta Sabine.

DESEMPLEADA

Lidia Barea

Opositar en condiciones de igualdad

Lidia Barea tiene 24 años y lleva mes y medio en las listas del paro. Esta diplomada en Trabajo Social ha desempeñado su profesión como educadora del centro de menores infractores que existe en Puerto Real. Ahora afronta una nueva meta: la de encontrar un trabajo estable aprobando unas oposiciones. «Es la única forma de trabajar de manera estable compitiendo sólo por mis conocimientos, dejando aparte la discriminación», dice. Lidia señala que pocas veces ha encontrado trabas por ser mujer, sin embargo, recuerda que cuando trabajaba en una famosa pizzería nunca le ofrecieron ser repartidora. «Los repartidores eran hombres y las mujeres estábamos en la cocina». «Mi profesión es una profesión de género al igual que enfermería, que la mayoría somos mujeres, por eso no he encontrado problemas dentro de mi trabajo», cuenta.

UNIVERSITARIA

Natalia García

Aulas llenas de mujeres

A la hora de desarrollar su licenciatura en Ciencias del Trabajo, Natalia García, no ha encontrado problemas por ser mujer. Esta diplomada en Relaciones Laborales reconoce recibir un trato paritario en las aulas universitarias: «Los profesores de mi facultad no discriminan, es más, potencian la integración de la mujer». A sus 23 años, Natalia pertenece a un gremio muy sensibilizado con la integración de la mujer en el mundo laboral y valora muy positivamente las políticas que favorecen el empleo de «un colectivo que por naturaleza ha sido discriminado». «Me parece lógico que en los programas de los partidos políticos aparezca un porcentaje de empleo mayor para mujeres que para hombres, se trata de una discriminación positiva al igual que se realiza para discapacitados o mayores de 45 años», resalta. Natalia asegura que en su facultad los mejores expedientes los tienen las mujeres, con «un mayor índice de matriculas de honor». Esta becaria colaboradora apenas para un minuto, realiza trabajos, va a clases y colabora con la Universidad. «Reconozco que mi decanato está constituido casi íntegramente por mujeres y eso influye en la manera de pensar de los alumnos», subraya.

JUBILADAS

Carmen Valdés y Encarna Feo

La voz de la experiencia y de la lucha

María del Carmen Valdés, jubilada de 67 años, entraña la historia de la vida de muchas jóvenes de hace 40 años. Estudió comercio y taquigrafía y trabajó como oficinista en Cádiz y en la Base Naval de Rota. «Me encantaba trabajar y relacionarme con mis compañeros». Pero llegaron los hijos y María del Carmen se vio obligada a dejar su empleo y dedicarse al hogar. «Ahora me arrepiento». Pero, como ella misma comenta, «eran otros tiempos y las mujeres no teníamos ningún tipo de ayuda». Ahora el apoyo es mayor, aunque María del Carmen Valdés considera que aún hay mucho camino por andar en la conciliación de la vida laboral y familiar. Una experiencia muy parecida vivió Encarna Feo Almagro de 70 años. Con un hijo y siendo muy joven se quedó viuda y se convirtió en la protagonista de una vida de lucha de la que se siente orgullosa. En 1981 entra en el mercado laboral para sacar a su hijo adelante. Trabaja como limpiadora y asiste a clases para aprender a leer y escribir. Ahora, lleva cinco años jubilada. Pero la jubilación no ha significado para ella pasividad. Pertenece a la asociación portuense de madres unidas contra las drogas, Andad, a la asociación de familiares de enfermos mentales, Afemen, y participa activamente en la parroquia San José Obrero.

RELIGIOSA

Milagros Rodríguez Brime

La dedicación de Sor Adoración

La enfermera Milagros Rodríguez Brime, Sor Adoración, ha dedicado toda su vida a cuidar a los demás. Así ha encontrado su felicidad. «Nací con esa vocación, así soy feliz y me olvido de que existo. Además una religiosa nunca se jubila, sólo con la muerte», dice con una sonrisa. Esta mujer, de 72 años nacida en Zamora, ha trabajado durante 44 años como enfermera en el Hospital Puerta del Mar y en el dispensario Diocesano que Cáritas tenía en Puntales. «Llevo tanto tiempo viviendo en Cádiz que ya me considero gaditana. Estoy agradecida a esta ciudad», detalla.

EMPRESARIA CULTURAL

Belén González Dorao

Con ayuda, la conciliación es posible

Belén González Dorao es la empresaria del proyecto de la Cámara Oscura de la Torre Tavira. Una idea que ha llevado a otros puntos de la geografía española como

Sevilla, Santander y Jerez e incluso exportado a Lisboa y La Habana. «Mi trabajo es enseñar Cádiz y eso me gusta. Creo que soy una persona afortunada porque me apasiona el turismo y Cádiz, me encanta mi trabajo», confiesa con

una amplia sonrisa. El mayor reto para Belén ha sido «poder compaginar la vida familiar y la laboral, puesto que tengo tres hijos pequeños de 6, 4 y 2 años. Hay que

tener en cuenta que vivimos en una sociedad avanzada con patrones del siglo pasado, pero por fortuna yo siempre he contado con el apoyo de mi marido, sin él no lo hubiese conseguido», aclara.

EMPRENDEDORA

Silvia Ramos

Un sueño lejos de su tierra

La historia de Silvia Ramos es la de un sueño que nunca se fue del todo y que ahora, puede tener su oportunidad. Gaditana de nacimiento, estudió Química en Puerto Real y tuvo que irse a trabajar a Madrid porque no había oportunidades en su tierra. Allí vivió 12 años y hace año y medio regresó. Vive en Chiclana, tiene dos niños y su marido es funcionario destinado en Cantabria.

Con estos elementos, podría considerarse una locura embarcarse en una aventura empresarial. Los niños son pequeños, se debe valer por sí sola y no sabe cuándo conseguirá su esposo una plaza cercana. Pero, con todo, Silvia Ramos ha dado el paso. De aquí a un año o poco más, espera abrir una tienda taller y poder vender de forma directa sus prendas de seda pintadas a mano. De momento, trabaja por encargos, expone en un par de tiendas ecológicas y ha creado una página de Internet (www.manosdeagua.es). También se mueve en los mercadillos artesanales. «Es todo muy incipiente, pero mi intención es ser una empresaria en todo el sentido de la palabra de aquí a dos años», asegura. Para entonces, quizás su marido esté aquí y los niños serán mayores. «Es todo muy complicado, pero tenía que hacer algo, siempre me gustó pintar y me dije que era mi oportunidad de intentarlo», confiesa.