Hoy cenamos política
El día 25 de febrero mi marido y yo seguimos con gran expectación el debate Zapatero- Rajoy. Yo, que soy de las que a las once de la noche practica con gran escrupulosidad el «apaga y vámonos», aguanté como una jabata delante del televisor hasta la una y media, atendiendo el sondeo y las opiniones sobre el encuentro.
Actualizado:Zapatero y Rajoy. Ambos muy elocuentes, cada uno en su estilo. Zapatero me sorprendió gratamente. Estuvo muy convincente y expuso de manera clara y bastante argumentativa los logros de su partido, frente a un Rajoy repitiendo, como siempre, el «que viene el lobo» sin aportar soluciones ni alternativas. Me empapé con una visión panorámica de los cuatro años de gobierno, y vislumbré la línea que pretende seguir zapatero en caso de ganar las elecciones. Con respecto a Rajoy me quedé igual, aparte de tener que limpiarme de la xenofobia que escupía hasta traspasar el televisor.
Sí es cierto que me hubiera gustado ver a un Zapatero más arrojado, más contundente. A los ciudadanos nos gusta ver algo de agresividad en nuestros líderes, pues nos da la falsa ilusión de seguridad y confianza. Por otro lado tampoco ha jugado todas sus cartas y no las ha apurado al máximo. ¿Te guardas, José Luis, un as en la manga para el próximo debate?
Zapatero aún me evoca la imagen del joven enamorado, lleno de proyectos, tan feliz e ilusionado que derrocha optimismo por los cuatro costados, siempre en vanguardia y sin temor al futuro. Rajoy sin embargo me recuerda a la de un hombre que ya ha celebrado sus bodas de plata y que busca siempre la seguridad que le proporciona su rinconcito en el sofá. Zapatero el idealista, Rajoy el pragmatista.
Sinceramente, prefiero al idealista, porque la realidad, para hacerla, primero hay que soñarla. Creo que Zapatero, debido a los pocos años que lleva como presidente, no ha perdido ni un ápice de su espíritu emprendedor y que aún le queda cuerda para rato. Rajoy sin embargo se está agotando a sí mismo, devorando sus propias ideas, cambiándolas de forma, una y otra vez.
Por lo que respecta a la conclusión, la intervención de Rajoy para cerrar el debate me pareció patética. A quien le escribió estas notas le deberían dar un premio a la ñoñería y la futilidad En vez de ocupar los últimos minutos en recapitular y aprovechar para retorcer los puntos flacos de su rival, se fue por los cerros de Úbeda con esa futura niña de España que vivirá en el país de «nunca jamás». Las palabras de Rajoy fueron un ejemplo de demagogia a puñados, pues a nadie le disgusta la visón idílica de un país de cuento de hadas, y además no aportaban nada al debate, ya que todo el mundo jurará que el líder de su partido es el que conseguirá la España de sus sueños. Pero he aquí la pregunta: ¿Por qué una niña? ¿No habría sido más correcto decir los niños?, ¿pretendía tan vez despertar más ternura? ¿tocar la fibra sensible del espectador? Porque desde mi punto de vista lo que consigue en un paternalismo patético. Por desgracia no es la primera vez que veo a este señor haciendo falso alarde de proteccionismo hacia las mujeres. Todavía guardo con rencor la imagen de un Rajoy, mezclado con el pueblo en plena precampaña, rodeado de los suyos y acurrucando entre su brazos a una señora de mediana edad. Sr. Rajoy, las mujeres no somos seres desvalidos, no somos perros sin hogar o niños abandonados para que tenga que arroparnos con sus viriles hombros políticos; somos seres humanos, plenos y completos, y lo que nosotras esperamos de nuestros políticos no es una palabra de consuelo, una palmadita en la espalda o un beso oportunista en la mejilla, sino que nos reconozcan como a sus iguales, que nos tiendan con firmeza la mano, nos miren directamente a los ojos y nos digan con sinceridad que tenemos las mismas oportunidades que los hombres.
María José Rodríguez