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Liu Xiang y Dayron Robles intercambian elogios antes del gran duelo

La IAAF juntó ayer a los dos mejores vallistas del planeta. Un par de atletas llamados a escenificar el pulso más atractivo del Mundial. Dos tipos tranquilotes a pesar de su aura. Liu Xiang, el rey, y Dayron Robles, su delfín. Ambos se encontraron en el salón de Cristal del Ayuntamiento de Valencia. Dos estrellas sin un ápice de prepotencia. El chino, ídolo descomunal de un país que ha devorado su vida pública, se sentó en la silla de los secundarios, como si nadie estuviera esperándole. Al segundo lo recolocaron donde correspondía, en el centro de la mesa, ante decenas de periodistas de medio mundo. A su lado, el cubano, con su aparatosa medalla de la virgen de Regla luciendo en su pecho. Dos monstruos con cara de niño.

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Xiang y Robles no tardaron en hacer trizas el libreto. Donde ponía miradas desafiantes, pusieron dos manos estrechándose cálidamente. Donde tocaba frases egocéntricas, llegaron comentarios aduladores hacia su rival. Dos deportistas en su concepto más amplio, más puro. El cubano, que ha arrasado este invierno, que se ha quedado a tres centésimas del viejo récord mundial de Colin Jackson, que ha ganado ocho de las nueve carreras disputadas -cometió una salida nula en París-, rinde pleitesía al campeón pese a que no ha competido en todo el invierno. «Liu siempre está bien porque es muy profesional en todo lo que hace. Para mí es todo un ejemplo».

Liu no reacciona. A su lado, un traductor se apresura a transmitirle el mensaje. El chino no habla ni entiende el inglés. Su primera intervención es para definir su situación y para devolver el regalo. «Llego muy relajado y mi único objetivo es conseguir una medalla y batir mis 7.42. Dayron va a ser el campeón».