Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
LA GUERRA DE LAS PUJAS. Medio centenar de personas participaron en la sesión de ayer.
Ciudadanos

Un Mercedes último modelo por 11.500 euros

Hacienda celebró ayer una subasta de objetos requisados o sin dueño en la que un lingote de oro fue la estrella

ALEX MEDINA
Actualizado:

El señor del jersey azulón arqueó los ojos y murmuró: «Pues para ti». Antes y después de esa puja, el mismo caballero protagonizaría la mayoría de los lotes y ganaría casi todos los que se propuso. Él no había ido por los objetos más preciados de la subasta de objetos de Patrimonio que el Ministerio de Hacienda ofertó ayer en la delegación provincial en Cádiz. Él iba a por motores fueraborda en perfecto estado que luego venderá por más del doble. Y se llevó unos cuantos. A precio de saldo.

De los 36 objetos por los que se pujó ayer en la capital, más de la mitad eran motores y los restos de la embarcación neumática que un día impulsaron. También había un lingote de oro de 999 gramos, un Mercedes de gama alta intacto y nuevo o un par de motos de agua. La sede de la Agencia Tributaria celebra entre siete u ocho subastas al año. Unas veces, se trata de artículos requisados a narcotraficantes, por lo que los beneficios pasan al Plan Nacional contra las Drogas.

Y otras, como la de ayer, son de las llamadas «patrimoniales», y la recaudación va para el tesoro público. En estos casos, la procedencia de los objetos es doble: bien por orden judicial tras la finalización de un proceso en los tribunales, bien por abandono, y una vez que la Policía no ha logrado encontrar al propietario.

En este segundo grupo suelen terminar las pateras, motores y otros elementos utilizados por la inmigración ilegal, y a los que nunca se le puede seguir el rastro porque se ha borrado el número de serie. «Por eso a las embarcaciones, por muy en buenas condiciones que estén, se les denomina chatarra, porque no pueden ser usadas con normalidad», explica Juan Ramón Orellana, el funcionario que lleva más de un decenio dirigiendo y adjudicando objetos de toda índole a empresarios de talleres, coleccionistas o verdaderos especialistas en subastas.

Veleros, yates de lujo, coches de época, joyas, caballos de raza y hasta aves de corral. En las subastas de Hacienda cabe cualquier cosa y hay días que la expectación es tal (más de 200 personas) que se han desarrollado en hoteles. Ayer fue en la propia Delegación gaditana, donde medio centenar de personas se dieron cita y probaron o maldijeron su suerte. «Los hay que vienen de Madrid expresamente a esta subasta o incluso ha habido gente que sólo venía cuando había un Mercedes en juego. Se lo lleva y no vuelve hasta un par de años después a por otro», recuerda Orellana.

El Mercedes de la subasta de ayer no se lo llevó un asiduo, sino un joven que, con la sangre fría de un profesional, no reveló su interés hasta el tramo final de la puja. Con un precio de salida irrisorio (de 1.200 euros para un coche que en el concesionario no baja de los 36.000 euros), los posibles compradores compitieron en un nivel bajo (cada vez que se levanta la mano sube el precio 100 euros, a no ser que se anuncie un salto) hasta que el comprador que se llevó el lingote (por 17.300 euros, un poco por debajo de su coste habitual) ofreció 5.000 euros. De nuevo se volvió a las subidas pequeñas, hasta que alguien gritó los 8.000. Entonces fue cosa de dos, que elevaron sus propuestas de 100 en 100 hasta el precio final: 11.500 euros para el joven del fondo. «Ese coche era una ganga», señaló Orellana a la salida.

Pero más allá del Mercedes o el lingote, el objeto más caro fue una embarcación de grandes dimensiones con tres motores de 250 caballos. El precio de salida fue de 8.000 euros. En esta puja se vivió otro tipo de guerra común en estas lides: la del comprador que quiere terminar pronto y da grandes saltos en las ofertas (de 8.000, de 10.000, de 15.000, de 20.000, de 25.000) y la del oponente que sólo le sube 100 euros al órdago. Ganó el segundo, que pagó 30.100.

«La verdad es que hay gente a la que se le va la mano y luego se arrepiente. Alguna vez ha habido alguno que ha renunciado al objeto, lo que significa perder el 25% del valor inicial que se abona como fianza, pero prefieren eso al gasto en que se habían metido», apunta Orellana. Otros no se van sin aquello que buscaban. Al precio que sea. A la de una, a la de dos.... a la de tres...

amedina@lavozdigital.es