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Bush corona a McCain

Uno de los candidatos presidenciales salió ayer victorioso del 'mini Supermartes' y voló directamente de Texas a la Casa Blanca. Era John McCain, el septuagenario senador de Arizona cuya primera foto como nominado oficial del Partido Republicano fue junto al presidente, George W. Bush, que le pasó el testigo. La pregunta más repetida, para disgusto del mandatario, que se quejó en voz alta de haber esperado un grupo de periodistas «educados y amables», era clara: ¿Perjudica o beneficia el apoyo del presidente con el índice de popularidad más bajo de los últimos tiempos?.

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El antiguo rival de Bush evitó responder, y se limitó a decir que espera que el presidente se le una en la campaña electoral tanto como le permita su apretada agenda. La prensa, otrora sumisa, no aceptó la respuesta esquiva y volvió a lanzársela al hasta enero aún inquilino de la Casa Blanca, quien perdió la paciencia. «Mira, no sé, si quiere que le apoye, lo haré. Y si quiere que diga que no estoy por él, también. Lo que quiero es que gane», expresó malhumorado.

«La gente no va a votar por mí, yo ya he tenido mi tiempo en el Despacho Oval, que por cierto ha sido fabuloso. Al final yo voy a estar tranquilamente en mi rancho de Crawford y él va estar ahí, detrás de esa mesa, tomando decisiones sobre la paz y la guerra».

El presidente se mantuvo firme en que «si quiere mi cara bonita junto a la suya en los mítines, la tendrá», y prometió recaudar fondos para su antiguo rival, además de ofrecerle un sabio consejo sobre el vicepresidente que elija: «Ten cuidado con quién pones al frente del comité de selección», le advirtió burlón. En 2000, Bush colocó a Dick Cheney a buscar candidato a vicepresidente, pero el ex ministro de Defensa de su padre concluyó que él mismo era la mejor opción, y se convirtió en el verdadero poder en la sombra.

Segundo intento

McCain cerraba así un ciclo de ocho años, desde que las sucias estrategias del 'establishment' republicano descarrilaran su fulgurante ascenso en el partido para dar la nominación al hijo de Bush, elegido por el sistema para vencer a Al Gore. Su segundo intento parecía condenado al fracaso cuando en agosto pasado su campaña cayó en bancarrota y tuvo que despedir a la mayor parte de su personal a lo largo del país. Incluso cuando logró vencer el mes anterior a su rival más fuerte, el empresario mormón Mitt Romney, no pudo cerrar la jugada por la insistencia del predicador Mike Huckabee en seguir en la contienda para dar voz a quienes no le consideran suficientemente conservador para representar al partido de Ronald Reagan.

Huckabee se rindió el martes por la noche, en cuanto empezaron a llegar los primeros resultados de Texas, el estado en el que confiaba para seguir en la pelea. Para entonces, McCain ya había conseguido en Ohio, Rhode Island y Vermont suficientes delegados como para amarrar su nominación, que se vuelve inevitable en los 1.191. «Es un hombre íntegro, que ha conducido una campaña íntegra», le reconoció Huckabee en su retirada, «y le he prometido que haré todo lo posible para unir al partido y a la nación alrededor suyo».