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VUELTA DE HOJA

Golpe de estadio

Me parece que no se alterará sustancialmente nuestra vida si gana uno de los dos, como es previsible y además inevitable. Las pérdidas de las inmobiliarias van a seguir disparándose y dejando a muchos muertos y muchos heridos. Ni Zapatero ni Rajoy pueden influir demasiado, por muy chirriantes que sean sus debates, en eso que llaman «la melodía del tiempo». Tampoco se alterará de un modo decisivo la cadencia de la vida española con la elección del presidente de los obispos, aunque se opte por el cardenal Rouco Varela, en ausencia del cardenal Cisneros. Lo que de verdad puede cambiarlo todo es la postura de Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol desde hace veinte años.

MANUEL ALCÁNTARA
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Los domingos, que ahora caen muchas veces en sábado, han venido siendo una claraboya. Para muchos españoles el fútbol son los verdes campos del edén con postes. Que nadie tome a broma el papel que viene desempeñando este deporte, que según aquel entrenador inglés no es algo de vida o muerte, sino una cosa mucho más importante. ¿Cuántas personas se resarcen de su fracaso personal gracias al triunfo de su equipo? ¿Cuántos millones lo pasan bien o mal, pero en grande, una vez por semana, viendo evolucionar a «once bajo la puerta dorada»? Ahora, el perpetuo señor Villar, presidente de la Federación, se niega a ir a las urnas. El fútbol tiene sus leyes, pero no debe estar por encima de la ley.

No conviene entrar en el enredo, pero nos conviene seguir entrando en los campos. Que no nos vayan a nublar la luz del fin de semana, entre el Consejo, la FIFA, el CSD y la muchedumbre burocrática que pasta en los estadios. Parece que algunos quieran darle patadas a la ley. El fútbol es un juego, pero con el fútbol no se juega.