OPTIMISTA. John McCain, que ha ralentizado su campaña en los últimos días, se dirige a los asistentes a un mitin en Houston. / AFP
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McCain convence a los reacios

El candidato republicano rentabiliza su condición de héroe en Vietnam para rematar la nominación

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En la tierra de los davidianos, a pocos kilómetros del rancho de George W. Bush, John McCain volvió a enfrentarse el lunes a los conservadores más reacios para convencerles no sólo de la inevitabilidad de su nominación al frente del Partido Republicano, sino de que se merece representarles. El vecino más honorífico de esos lares podía haberle allanado el camino el viernes votando por él, pero si lo hizo, el presidente prefirió negarle el favor a su antiguo rival ejerciendo su derecho silenciosamente por correo, pese a que pasó el fin de semana en la propiedad familiar de Crawford.

Hubo que tirar de lo que más aprecian los buenos republicanos: las cicatrices de un héroe de guerra. El mitin de McCain comenzó con un vídeo en blanco y negro a toda pantalla en el que el septuagenario candidato aparecía en sus años mozos con los brazos partidos a bordo del avión que le sacó de Vietnam, donde pasó cinco años en un campo de concentración de Hanoi después de que su aparato fuera derribado. El propio ex soldado, sus compañeros de guerra y su madre narraban en 'flash back' las torturas a las que fue sometido y la integridad de quien se negó a ser liberado por ser hijo del comandante y eligió quedarse en prisión hasta que salieran todos sus compañeros.

«Se me han saltado las lágrimas», confesó Carolina Gambrell, de 66 años. El vídeo y la cordialidad del senador de Arizona la habrían convencido de no ser porque a McCain se le ocurrió decir al hablar de educación que mandó a sus hijos a un colegio católico. «Me ha dado vergüenza preguntarle, pero es que para mí es importante que haya un cristiano en la Casa Blanca. Si mandó a sus hijos a un colegio católico es que él será católico, ¿no?», quiso saber. Para ella, los católicos no son cristianos, como para muchos católicos no lo son los evangélicos.

Una mujer que llevaba una pancarta de McCain la tranquilizó asegurándole que era «cristiano», pero no supo decirle «exactamente de qué denominación». No fue un lapsus de memoria. El candidato republicano habla continuamente de su fe, pero evita mencionar a qué iglesia pertenece. Se sabe, sin embargo, que fue criado como epicospaliano y que acude a la Iglesia Baptista del Norte de Phoenix cada domingo que pasa en la ciudad. Carolina se quedó más tranquila, pero no totalmente convencida. «Quiero a un cristiano en la Casa Blanca», insistió. «Es como el Obama ése, que, por mucho que diga la gente, sé que tiene influencias musulmanas. De ninguna manera le votaría».

Es sólo una de las muchas reticencias que tuvo que superar a lo largo del mitin, que sólo atendieron unas 400 personas -Hillary reunió el viernes a 2.000 en San Antonio y Obama entre 8.000 y 15.000-. «Quiero escuchar vuestras preguntas, vuestros comentarios y ocasionalmente vuestros insultos», les animó McCain. No era una broma fácil. De cuándo en cuándo tiene que taparse los oídos.

«Parar» a Irán

El candidato buscó desesperadamente su aceptación. Insistió en que es un conservador convencido. Reiteró su oposición al aborto. Prometió «parar» a Irán, «que construye armas nucleares y exporta a Irak los artefactos que matan a nuestros soldados». Ofreció una victoria segura en esa guerra «que a todos nos ha frustrado porque se manejó mal desde el principio», con la promesa de «traer a casa a nuestros soldados pero con honor». Dijo que cogerá «a ese tipo que se esconde en alguna parte de Pakistán o Afganistán, aunque tenga que perseguirle hasta las puertas del infierno». Rindió lealtad a Israel, al que prometió defender de las fuerzas terroristas, y al «mejor aliado de Estados Unidos en la región» latinoamericana, Colombia, al que protegerá «de ese tipo, Chávez, que es un hombre muy malo». Afirmó que detendrá a los inmigrantes ilegales que cruzan la frontera, independizará a la Administración de las presiones petroleras mediante energía solar y nuclear, y defenderá «firmemente» el derecho de sus compatriotas a portar armas.

Todo frases que desataron aplausos enfervorecidos, pero McCain no tiene miedo a pintar la raya. Un hombre con sombrero de cowboy, cazadora de flecos y espeso acento tejano le saludó: «Voy a votar por usted porque creo que su esposa será mejor primera dama que Bill Clinton», anuncia. El público aplaudió y se rió a mandíbula batiente con su blanco favorito, salvo McCain. «Aprecio el humor, pero sepa que conduciré una campaña respetuosa contra mis oponentes al igual que sus consortes», advirtió.