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La herencia de los farrucos
Actualizado: GuardarLa familia del añorado Farruco es pieza fija en los números que componen el Festival de Jerez. Es innegable que tienen una propia estética, un lenguaje que los identifica a leguas del resto de intérpretes, una forma de exponer devocionaria del concepto racial que impuso el abuelo. No obstante, la obra Al Natural, pese a contar con todos los ingredientes que hacen grande a esta estirpe bailaora, no termina de convencer porque se exagera y redunda sólo en algunos aspectos de la rica herencia. Hay muchas dosis de efectismo apoyado en un cuadro de atrás machacón, voces que gritan hasta el extremo, dos cajas incesantes. Mucho ruido. Tanto tanto ruido... que llega a estresar. Por otro lado, los números presentados tenían una gran inercia a la bulería. Dos letras por lo anunciado y a buscar la explosión de los rematas, donde realmente son grande especialistas. Tienen una forma de cortar los movimientos excepcional. Pero claro, al redundar en demasía en los ritmos de la trepidante bulería se cae, a veces sin pretenderlo en la reiteración de pasos, y miren que hay registros en abundancia. Encima, la mala fortuna hizo que el acople fuera más protagonista de la velada de lo que se pueda permitir en una cita tan clave.
Al parecer, muy al parecer, la puesta en escena está inspirada en las calles del sevillano barrio de Santa Cruz. Los tres intérpretes Farru, José Maya y Barullo se presentan con el número baluka ofreciendo sus credenciales a un público super predispuesto a dar el éxito por anticipado. María Vizárraga toma el mando para hacer un largo interludio por tangos de corte camaronero que desembocan en el número Vuela, un paso a dos entre Farru y Barullo por alegrías. Hay fuerza expresiva, contundencia, muchos pies y pocos braceos. Se corre. Dos letras por alegrías y al fondo musical de la obra, la bulería acelerada y el efecto en los remates.
José Maya toma el relevo con soleás bulerías. En él observamos un bailaor con más recursos, derivados posiblemente de su paso por importantes compañías de baile que lo han enriquecido. Pero quiere equipararse al resto, ir en consonancia de la obra, y acude a la estética general.
Otro interludio viene de la mano de la guitarra solista. El jerezano Antonio Rey convoca con sus armonías la tranquilidad para enlazar con la aparición del número central de la noche, la soleá. Barrullo pone calidad, entra despacio, se pasea, se detiene a escuchar el cante, algo que parece a esas alturas inusual. Suenan rumores de Alcalá, Paquirri El Guanter de Cádiz, Triana... Y el bailaor tira de antepasado pero desemboca, descalzado, el la tónica dominante. La misma de Farru en unos mínimos tarantos para bailar bulerías. Como en la siguiriya a tres. Lo que deja en claro que el concepto actual de los Farrucos, pese a su calidad, echa mucho en falta la excepcionalidad artística de su príncipe.