Politizando la efeméride
Como imagino sabrán, este próximo sábado 8 de marzo es la fecha en que se celebrará en todo el mundo, excepto en Jerez, el día internacional de la mujer trabajadora. Según refiere la historia, tal festividad se remonta al año 1857 cuando en la ciudad de Nueva York se produjo una marcha de mujeres trabajadoras de una fábrica textil, quienes protestaban por las condiciones de trabajo. Cincuenta y un años después: en 1908 y también en Nueva York, otro grupo de mujeres trabajadoras -costureras industriales de grandes fábricas-, se declararon en huelga en protesta por sus condiciones laborales, así como en demanda de determinados derechos tales como aumento de salario, reducción de la jornada laboral o fin del trabajo infantil. Durante esta huelga pacífica, precisamente el 8 de marzo de ese año, 129 mujeres murieron calcinadas en un incendio ocurrido en la Cotton Textile Factory, el cual había sido provocado por los propios dueños de la fábrica.
Actualizado: GuardarAl año siguiente de tan lamentable suceso, se celebra por primera vez en los Estados Unidos el día de la mujer trabajadora. Un año después y durante las sesiones del Congreso Internacional de Mujeres Socialistas celebrado en Dinamarca, se acordó que el 8 de marzo sería el día internacional de la mujer trabajadora, festividad que desde el 8 de marzo de 1977 tiene respaldo internacional, pues es en esa fecha cuando la oficina de las Naciones Unidas declaró el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, estableciendo que el color lila sería es el que representaría los esfuerzos de tal colectivo.
Por tanto y analizando lo narrado -historia al fin y al cabo-, ninguna duda albergo sobre el carácter festivo y reivindicativo que preside tal celebración, alejado de cualquier tópico político. El día de la mujer trabajadora no es un día de derechas o de izquierdas, pues tanto trabajan las mujeres que miran hacia el PSOE como las que lo hacen hacia el PP. Tampoco es un día de orgullo feminista o de reivindicación sexual -para eso existen otras fechas-, pues igualmente laboran mujeres de tendencia heterosexual, como aquellas otras homosexuales.
Sin embargo, aun hallándonos en presencia de una festividad reivindicativa de índole internacional, respaldada por las propias Naciones Unidas, en este bendito pueblo que nos ha tocado vivir ello se ignora, al punto de adelantar la celebración en una semana. Lo que en todo el mundo se festejará este próximo 8 de marzo, en Jerez de la Frontera se conmemoró el pasado sábado día 1 de dicho mes.
Seamos serios señoras organizadoras del evento: si el cumpleaños de mi hija cae en martes -por poner un ejemplo-, lo pospongo al viernes siguiente con objeto de que lo celebre con sus amiguitos. Si me apuran y aunque ya peino canas, si mi propio cumpleaños cae entre semana, es lícito que el fin de semana siguiente quede con los amigos para tomar una copa. Sin embargo cuando hablamos de una festividad de carácter internacional tenemos que ser absolutamente rigurosos, pues en caso contrario se corre el grave riesgo de que, desde ahora, dejemos de tomarnos tal festividad en serio.
Desde mi óptica, el hecho de que esta celebración se halla adelantado una semana es simplemente intolerable, pues aleja la festividad de aquello para lo que fue creada, convirtiéndola en un acto más de la campaña en la que estamos inmersos. Y por si la historia no queda clara, las organizadoras tuvieron la brillante idea de aprovechar la fiesta para hacer entrega de los premios de rigor: el premio Racimo fue a manos de la presidenta del colectivo Jerelesgay -afín a una política de izquierdas-, mientras que el premio Filoxera se otorgó al Foro Español de la Familia -apoyado por partidos de derecha y la propia Iglesia-. Por ello todo hace pensar que el acto del pasado sábado, lejos de homenajear a la mujer que trabaja, que era de lo que trataba, se convirtió en un acto de campaña sin más. Que ello ocurra en una ciudad donde su principal empleada es mujer, Alcaldesa por más señas, hace que mi pueblo se cubra una vez más de la gloria a la que desgraciadamente nos viene acostumbrando. Al final resultará verdad lo que dice mi cuñado: en este pueblo tampoco cabe un tonto o una tonta más