Fronteras violentadas
La crisis desatada entre Colombia y Ecuador a causa del bombardeo y de la incursión por tierra llevados a cabo por las fuerzas armadas del primer país contra un campamento de las FARC instalado dentro del territorio del segundo obliga a ambos gobiernos a alcanzar una salida dialogada con la ayuda de los miembros de la OEA y sin la interferencia perturbadora de Chávez. Además es importante que ese diálogo sea capaz de fijar criterios que comprometan a ambos países y a los restantes del área de cara al futuro.
Actualizado:Una intervención planeada con tiempo por parte del Ejército de un país en el territorio soberano de otro no tiene justificación alguna a la luz de las reglas que rigen las relaciones internacionales y de los acuerdos existentes entre ambos vecinos. Pero de confirmarse la versión ecuatoriana sobre las circunstancias en que se produjo el ataque, más grave sería la conculcación extrema de los derechos humanos por parte de las unidades militares que participaron en él con el plácet del gobierno constitucional de Colombia.
Sin embargo, tras la explicaciones que en este sentido está obligado a dar el Ejecutivo de Uribe, deberá ser el Gobierno de Correa quien deba pronunciarse sobre la presencia estable o itinerante de partidas guerrilleras que han podido venir utilizando el suelo ecuatoriano como retaguardia del territorio que las FARC ocupan dentro de Colombia. Ello y la sospecha de que existe una línea de coincidencia entre las FARC y Hugo Chávez -reflejada en el homenaje oficial tributado en Venezuela al líder guerrillero Raúl Reyes- que alcanzaría también a la presidencia de Correa constituye un problema de fondo sin cuya resolución será difícil que el diálogo entre las partes conduzca a un marco estable de buena vecindad.