Intercambio de pistolas
Manuel Rodríguez es un librero de antiguo que todavía mantiene la antigua costumbre de alquilar novelas del Oeste
Actualizado:Todavía quedan personas que leen novelas del viejo Oeste. No todo va a ser ver por televisión cómo se enamoran dos personas ante la cámara o cómo se monta un espectáculo televisivo de un curso acelerado de adelgazamiento para un señor obeso. Afortunadamente, todavía queda un resto sensato que prefiere sentarse en un banco del parque, al solecillo, y leerse una buena del Oeste.
Manuel Rodríguez tiene mucha culpa de todo esto. «Siempre me han gustado los libros. Desde los trece años ya comencé a cuidar mi biblioteca. Me gusta la historia, la arqueología, los libros de viajes cosas así», comenta. De lo que va sobrando de los más de tres mil libros que Manuel tiene comenzó la faceta comercial. Todos los domingos no falta en el Rastro de la Alameda su puesto con sus libros.
En un rincón están las viejas novelas de Marcial Lafuente Estefanía -el escritor capaz de fabricar una novela por semana-, Silver Kayne o Clark Carrados. La caja donde están las novelas huele a pólvora y en ellas se han salvado a cientos de humildes granjeros o a señoras indefensas. «Hace años que acabó eso de intercambiar novelas del Oeste. Yo comencé hace cuatro años, con unas cuantas de novelas que tenía. Ahora puedo tener unas cuatrocientas. Como ves, vienen muchas personas que sueltan las leídas y cogen otras que, a cambio de diez céntimos, se llevan para leer», comenta.
Y son numerosas las anécdotas que rodean su actividad. Como que las novelas están repletas de pequeñas marcas que van poniendo los lectores. «Lo hacen para saber que esa ya se la ha llevado y, por tanto, está leída», señala.
Los mejores autores de novelas de Oeste fueron españoles. Toda una época en la que la gente, en lugar de llevar un Mp3 o una consola portátil, llevaba su novela. Aún quedan muchos testigos, a tenor de los numerosos lectores que cada domingo pasan por el puesto de Manuel Rodríguez.