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ESPAÑA

Vencer sin convencer

Cerrar las intervenciones dio a Rajoy la oportunidad de mostrarse más mordaz y contundente que en el primer debate. Pese a unos rasgos que no le favorecieron, como evidenciar la sequedad de su boca, tirar papeles o recurrir a la palabra mentira con tozuda insistencia, sacó el líder de la oposición su escuela parlamentaria más fajadora y marmórea. Era la apuesta de un político lanzado al cuerpo a cuerpo contra un Zapatero que intentaba subrayar las contradicciones de su oponente y lanzaba al debate valores y principios algo abstractos.

J. LÓPEZ ORTEGA
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Ambos llamaban a sensibilidades diferentes, y es probable que el debate haya servido no para convencer a indecisos -un grupo muy reducido-, sino para movilizar a los no movilizados de cada bloque.

En este sentido, aunque haya podido ser positivo para Rajoy, puede haber sido nocivo para el PP, porque las heridas del 11-M y de la guerra de Irak siguen abiertas. En ese terreno Rajoy fue presa de su política de cuatro años en la oposición y estuvo incluso torpe.

Quizás fue el único pasaje del debate claramente favorable a Rodríguez Zapatero, pero fue tan potente que puede hacer que los votantes de izquierdas que vieron el debate vayan a las urnas: Mariano Rajoy pudo indignar a decenas de miles de votantes que quizás se hubieran quedado en su casa.

Y, si la participación en el 9-M es alta, es difícil que el PP logre ganar. A esa posible indignación puede contribuir la exagerada insistencia de Rajoy en que el gobierno no hace nada y en la incompetencia del presidente, llevada a extremos inelegantes e increíbles.

Lo mejor del debate, con todo, fue una Olga Viza espléndida, icono rosa y brillante en un decorado neutro y blancuzco y eje entre dos líderes grises. Sería maravilloso ver debatir a dos mujeres candidatas esforzadas en convencerse, y no en vencerse.