Miradas más fijas
Rajoy apareció desenvuelto frente a Zapatero, que cerró los puños al ser atacado por la negociación con ETA
Actualizado: GuardarJosé Luis Rodríguez Zapatero acudió al segundo debate televisivo con el traje del lunes anterior, porque sus asesores aseguran que se siente cómodo dentro de él; pero se cambió de corbata. Mariano Rajoy hizo lo contrario: mantuvo la misma corbata, la que dice que le trae suerte, pero vistió un traje diferente. No fueron los únicos retoques de la noche, pues los cronómetros se colocaron frente a los candidatos y no a su lado, un detalle que los asesores habían pasado por alto la semana pasada y que obligó a los contendientes a mirar de soslayo.
Esta vez, se podían mirar de frente, y el debate ganó un poco de dinamismo. Pero como los estilistas concedieron la victoria al aspirante socialista en el anterior asalto -en un examen puramente visual, con el sonido del televisor apagado- ayer había que dilucidar si Rajoy, resuelto en la batalla de los conceptos y de los datos, recuperaría el terreno perdido con las miradas y de los ademanes. Para empezar, ¿se abrocharía el botón de la chaqueta para componer una figura institucional?
Eso fue exactamente lo que hizo el líder del PP. Aferrado al bolígrafo, un poco acelerado en la dicción, pero más desenvuelto, llegó a marcar el ritmo del debate por momentos y contragolpeó con una sonrisa socarrona de registrador de la propiedad. Esta vez, Rajoy tenía los ojos más fijos y la barba mejor perfilada, elementos que le ayudaron a subrayar sus mensajes junto con las estadísticas que exhibió ante su oponente, unos letreros que iba dejando en el suelo a medida que los utilizaba.
Puños cerrados
Zapatero replicó con un 'libro blanco' que casi siempre estaba fuera de plano, pero al que apelaba una y otra vez. Serio y duro en el semblante, inclinado hacia adelante, como viene siendo habitual, el candidato socialista extendía los brazos con suavidad y las manos abiertas, pero cerró los puños cuando su oponente le acusó de haber mentido durante la negociación con ETA. No obstante, salió de las cuerdas con cierta presteza cuando Rajoy aceptó discutir sobre el sumario del 11-M y la salida de las tropas de Irak.
Fue uno de los momentos álgidos del debate, aunque, por segunda vez, los discursos de ambos candidatos casi siempre siguieron derroteros paralelos y muy pocas veces se entrelazaron. Tal vez hubo menos hosquedad, pero no remitió la dureza de fondo respecto al primer debate. De hecho, Rajoy y Zapatero volvieron a emplear las mismas armas: los huevos y las patatas.
Incluso el broche final decepcionó a quienes aguardaron al final esperando un golpe de efecto. Se encontraron con dos primeros planos para enmarcar el alegato sobre la niña española y el título de la película de George Clooney.