Original collage coreográfico
La Compañía Estévez-Paños Dospormedio puso en escena todo un alarde de creatividad
Actualizado: GuardarEl espectáculo Flamenco XXI: ópera, café y puro fue un gran homenaje a muchos conceptos. Hilvanados con solvencia, originalidad y mucha idea al servicio de la expresión corporal y coreográfica. Además, una gran lección de cómo aunar elementos dispares, que aparentemente pudieran ser contradictorios pero que, con inteligencia, se demuestra que en esto del arte la máxima es sumar y no dividir. Elementos como el sonido del disco de pizarra y lo electrificado; el cante de Juan Talega y Pepe Marchena; la danza contemporánea y el baile flamenco más ortodoxo; la escuela española tradicional con la vanguardia; la estampa costumbrista de castañuelas con la batería y la guitarra eléctrica; la dramaturgia escénica con el guiño cómico. Pero esto sólo lo pueden hacer aquellos que manejan, con honestidad, los hilos necesarios para enhebrar las texturas y colores de tan diferentes paños (y nunca mejor dicho). Una introducción por tonás desemboca en un colorido juego de estampas en un café cantante. La estética de principios del siglo pasado con un visor de tres dimensiones. Músicas como las del garrotín, la farruca, la petenera y los tangos, con acentos de azucarillo sugieren escenas románticas. Sugestivas las apariciones de Laura Rozalén para engarzar con la época.
Estévez y Baños se ocupan de pasos a dos figurativos. Hay mímica, de aquella del cine mudo que vale tanto como la palabra. Toda la música está en off y Antonio Mairena y Tomás Pavón irrumpen con la soleá de Alcalá, bailada con la estética de Carmen Amaya. Llega un momento en que saturan tantos mensajes y éste es el único inconveniente de la obra. De la soleá a la guajira marchenista, del paso a tres al baile de las sombras proyectadas con la caña de Ramón Montoya. De la velocidad al vértigo en los contenidos. No se ha asimilado un concepto y llegan tres más. Las milongas y el tanguillo de El intermedio trae de nuevo la coreografía grupal. Cada movimiento está estudiado al mínimo y hay una gran calidad interpretativa en todos los integrantes que fusionan como lema vital.
Del café se pasa al cabaret, suena la voz angustiada del saxofón que ya utilizara Sabicas con Joe Beck como pionero de la mezcla. Así, en el paso vanguardista del cisne en el que baila uno con el cuerpo de dos, resuelto con el cierre por siguiriyas de Juan Varea y con tintes de Vicente Escudero.
Destaca la argamasa para conciliar tantos extremos. Asturianadas de la Niña de los Peines y tangos argentino, taranta montoyista y una variaciones sobre el Fuego Fatuo de Manuel de Falla con una gran diversidad de recursos. Un homenaje a Caracol y las tonás cierran una obra imaginativa, brillante en muchos momentos con un abanico de registros impresionante. Una obra que permite otra visión del baile y la danza. Y esto siempre enriquece.