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CELEBRACIÓN. Putin come con Medvedev, a su derecha; el primer ministro Zubkov. /REUTERS
MUNDO

Medvedev consagra la bicefalia en Rusia

El director de Gazprom arrasa en unos comicios presidenciales vetados para la oposición y formará tándem con Putin al frente del país

RAFAEL M. MAÑUECO
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Los pronósticos no se equivocaron. Estaba todo preparado. Dmitri Medvedev, el director de Gazprom, es ya el nuevo presidente ruso. Como quería Vladimir Putin, su protector, que aún permanecerá en el cargo unas semanas más. Así lo indican los primeros resultados provisionales y los sondeos a pie de urna. Medvedev habría obtenido el 69,6% de los sufragios, el comunista Guennadi Ziuganov el 17,2, el ultranacionalista Vladimir Yirinovski el 11,4 y el jefe de los masones rusos, Andrei Bogdanov, el 1,8%. Una línea similar a las presidenciales de 2004, en las que Putin consiguió el 71,2% de los votos.

Como ya hiciera en los pasados comicios legislativos de diciembre, Ziuganov ha vuelto a denunciar «graves irregularidades», tanto durante la campaña electoral como en la propia votación. El jefe de filas de los comunistas se refirió en particular a los «cupones» con los que cualquier elector pudo votar fuera de su circunscripción. «Muchos se han utilizado ilegalmente», dijo Ziuganov y aseguró también que los gobernadores de algunas regiones hicieron propaganda durante la jornada electoral. Por eso, el jefe del Partido Comunista dijo que impugnará los resultados, acción a la que también se unirá Yirinovski.

Afluencia masiva

Aparte de las acusaciones de Ziuganov y Yirinovski, y salvo la explosión de dos bombas en la localidad daguestaní de Jasaviurt, en la frontera con Chechenia, que causaron heridas a varios policías, la jornada de ayer transcurrió sin otros incidentes destacables. En Moscú y otras zonas del centro del país las nevadas se convirtieron después en lluvia y dejaron las carreteras y caminos impracticables. Se llegó a temer que la situación meteorológica influyese negativamente en el índice de participación, pero a partir del mediodía salió el sol. Hasta ese momento, había pasado por los colegios sólo el 16% del censo electoral. La afluencia a las urnas después se disparó.

Medvedev y Putin votaron cada uno por su lado, pero después se juntaron para ir a comer a un restaurante. Ambos políticos procuran dar imagen de equipo, de que entre ellos hay total sintonía. En el principal cartel exhibido durante la campaña electoral aparecen los dos casi cogidos del brazo. Y es que Putin es el aval, el guía, se diría incluso, el maestro del nuevo presidente ruso. No en vano, la victoria obtenida por Medvedev se debe exclusivamente a su mentor. Putin hubiese colocado en su trono a cualquier otra persona si hubiese querido.

Putin llegó al Kremlin de la misma forma. Fue designado por su antecesor, Borís Yeltsin. Sin embargo, después cambió completamente el rumbo político y económico del país. Cambio de manos la propiedad. Algunos de los grandes oligarcas próximos al poder acabaron en la cárcel, como Mijail Jodorkovski, el ex presidente de la petrolera Yukos, y otros, como Borís Berezovski, tuvieron que escapar al extranjero.

El actual jefe del Estado no promovió, como vaticinaron muchos analistas, una reforma constitucional para recortar los poderes de su delfín. De manera que Medvedev va a heredar el panel de mando intacto, con todas sus palancas, con los enormes poderes que la Carta Magna rusa pone en manos del presidente. El nuevo inquilino del Kremlin, por tanto, puede hacer, si quisiera, lo mismo que hizo Putin: dar un golpe de timón y modificar la línea o expropiar a unos para enriquecer a otros más próximos.

El politólogo ruso Stanislav Belkovski, sin embargo, señala dos elementos nuevos que no se daban cuando Yeltsin le transfirió el poder a Putin: «Aquel presidente enfermo no tenía a su disposición un partido con mayoría en el Parlamento ni controlaba una corporación tan poderosa como Gazprom». El gigante energético ruso debe lo que es a Putin y, tras encabezar en las legislativas de diciembre la lista de Rusia Unida, es no sólo el líder carismático de la formación, como lo fue siempre, sino su jefe real. Tal circunstancia, según Belkovski, puede ser desestabilizadora, ya que podría resultar incomoda para Medvedev y conducir a que surjan conflictos con Vladimir Putin, a quien piensa poner al frente del Gobierno.