DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Andalucía no está invitada a la mesa

Me gusta la política. Qué le vamos a hacer. Quizá me lo haga mirar, porque en ocasiones me siento como un gypaetus barbatus, pero no lo puedo evitar. Me gustan los debates, las tertulias radiofónicas a primera hora de la mañana, los sondeos a pie de urna, las campañas electorales... Creo que los periodistas deberíamos estar obligados, al menos una vez en la vida, a cubrir una campaña desde la caravana de cualquiera de los partidos y palpar la política de carretera, la de los kilómetros y las estrategias. Apasionante. En estos días me asaltan sensaciones encontradas con respecto a la cita del próximo domingo. Espero a toparme con los informativos de radio y televisión para escuchar las promesas y ocurrencias lanzadas desde el atril por los líderes políticos. Ahí están Rajoy, Zapatero, Felipe, Aznar, hasta Alfonso Guerra e, incluso, Llamazares. Pero, ¿y los Chaves, Arenas, Valderas y Álvarez?

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El debate sobre Andalucía se encuentra absolutamente arrinconado gracias a la eterna coincidencia entre nuestras elecciones y las generales. Todavía en nuestra comunidad autónoma los medios de comunicación defienden como pueden el espacio electoral andaluz ante las hordas comandadas por Zapatero y Rajoy. Es triste comprobar que cuando se celebran elecciones en Galicia, País Vasco, Cataluña o Comunidad Valenciana, toda la nación (me refiero a la española) parece llamada a las urnas.

Los problemas y proyectos de estas regiones son los de todos los españoles, los de Andalucía no pasan de Despeñaperros. Me cuentan que en Madrid, las elecciones al Parlamento Andaluz no llegan ni a la categoría de anécdota. Sencillamente, no existen. Imagínense qué pasará en Barcelona, Valencia o Bilbao. Todo esto trae como consecuencia que, mientras los grandes partidos andan enzarzados en su lucha por conquistar la Moncloa, nadie se fija en las necesidades de la hermana pobre.

Esta Andalucía nuestra es peculiar. Atendiendo a la tradición electoral y a los sondeos, parece más que seguro que el PSOE volverá a ganar las elecciones y que tendremos cuatro años más de eso que se ha denominado en llamar manolismo. Es probable, incluso, que el PP no sea capaz de impedir una nueva mayoría absoluta de Chaves y los suyos. Los andaluces son libres para votar y su decisión es soberana.

Resulta complicado realizar un diagnóstico certero y profundo de esta supremacía socialista en nuestra región. Probablemente tenga que ver con los aciertos del PSOE, los errores del PP y una cultura del miedo a la derecha instalada desde hace años en parte del pueblo andaluz y convenientemente avivada en momentos como los que vivimos en la actualidad.

Y en esas estábamos, pero las cejas de Zapatero y las barbas de Rajoy apenas nos han permitido hablar del desarrollo de nuestro estatuto, de la educación de nuestros hijos, de cómo piensa la Junta llegar al pleno empleo con cifras tan escandalosas como la de los 20.000 parados que soporta Jerez en estos momentos, de las infraestructuras que nunca llegan, del papel de Andalucía en la Unión Europea, de la pesca y la agricultura, del segundo hospital y de tantas y tantas cosas. Vamos de comparsa a las elecciones del 9 de marzo y tendremos una nueva oportunidad de comprobarlo en el debate de mañana entre Zapatero y Rajoy.

Mucho me temo que el color verde y blanco no estará ni tan siquiera en las corbatas de los candidatos.