Pequeña Santa María histórica y popular
En pleno centro de la ciudad, esta calle es conocida como de las Lágrimas desde el siglo XVI
Actualizado: GuardarNo le hace falta cruzar la ciudad de parte a parte para pertenecer a las grandes calles de Jerez. Coqueta, singular, cargada de comercios y ubicada -usando un símil taurino- en toda la yema. Carlos, que lleva toda la vida cruzando la calle Santa María para ir del despacho a su casa o viceversa lo tiene claro: «Tiene un encanto especial; aquí no hay niños jugando al corro de la patata ni se escuchan bufar a las cocinas, es una calle céntrica, muy visitada y paseada por los jerezanos», comenta con su maletín en la mano. Como buen hombre de negocios, no puede pararse más tiempo. Tiene una reunión en cinco minutos.
Desde Zara hasta el famoso azulejo del maletilla de las bodegas Pedro Domecq, ubicado en el Gallo Azul, la calle Santa María se extiende como un gran escaparate de tejidos, agencias, bancos u oficinas. Un recorrido comercial dividido en dos tramos, porque Santa María está seccionada en partes: la peatonal y la transitada por vehículos.
No es baladí esta división que se crea en la calle hace unos años. Ángela Macías está leyendo un libro mientras la calle sigue con su vertiginosa actividad de gente que va por las aceras. «Estoy muchas horas en el negocio y hay que saber aprovechar el tiempo», comenta tras el mostrador. Enseguida subraya la polución de la calle, que llega incluso al género que se está vendiendo en el interior. «Se nota bastante. Incluso, cuando pasa el autobús, hay veces que se nos llena la tienda del humo del escape. Quizá por ser la parte transitable también sea la zona con más contaminación», afirma. Pero las corbatas están perfectamente colocadas y las camisas planchadas y dispuestas en los estantes blancos del establecimiento. Es la primera tienda de corbatas y camisas de Jerez. Así que entre corbatas, Ángela sigue, tras las páginas de una novela, la estela de los personajes que también van y viene por la vida de ficción que les ha tocado.
Larga historia
Pero hasta llegar a vender corbatas de diseño, la calle ha transitado por una larga historia. Desde 1582 parece que se llama Santa María. Todo parece indicar que debió tomar el título por su dirección a la antigua capilla de Santa María de las Lágrimas, destruida en 1868 y anexa a la antigua iglesia de la Veracruz, con lo cual existe una vinculación clara entre Santa María, la actual calle de la Veracruz y la advocación mariana de esta antiquísima cofradía de las Lágrimas.
Por otro lado, afirma el historiador Agustín Muñoz que también se conoció bajo el nombre de Almacén de Bornos, por haber estado en ella el depósito que pertenecía a los frailes jerónimos de Bornos, que poseían el afamado cortijo de Roalabota, actualmente bajo la propiedad de la familia Dávila, que ostenta el título del marquesado de Villamarta.
De los históricos almacenes de los jerónimos, la calle se ha transformado en uno de los lugares más comerciales de Jerez. Abajo quedó El Pasaje, que es uno de los tabancos más antiguos de Jerez, conocido por sus puertas que se abren por Santa María y se cierran por Mesones. Una especie de lugar misterioso para los niños que pasan por la calle agarrados de la mano de su madre y que no llegan a otear qué hay dentro porque un panel tapa el interior del mostrador. «Nada que deban saber los niños. Ya se enterarán de lo que es disfrutar de una buena copa cuando crezcan», declara un cliente que disfruta de un oloroso seco sentado en una de las mesitas de la entrada.
Al fondo está la parte peatonal, donde existe un cordón umbilical que une a la calle Larga con la de Santa María. Dicho pasadizo es Gravina, un lugar estrecho como las leyes, oscuro y casi íntimo para los que cortan camino con el fin de llegar de un lado a otro. «Llevamos unos trece años con la joyería», subraya con cierta alegría Diego Salazar, que lleva Dimar. «Antes era un local para usar y tirar. Otros comerciantes de la calle se venían aquí a la hora de hacer obras en sus correspondientes locales», dice. Los relojes pueblan las paredes y el escaparate de Dimar. El pequeño taller de platería está al fondo, lugar donde ahora Diego hace pequeños ajustes de anillos o pulseras. «No somos taller propiamente dicho, sino que lo tenemos para ofrecer al cliente el servicio de darle un determinado artículo a su medida», afirma.
Y frente a Dimar, lo que fue un clásico de Jerez. Era el encantador estudio de fotografía de Pablo Fiallo. Un lugar donde cada rincón de Jerez quedó alguna vez inmortalizado. No hubo rostro jerezano que no pasara alguna vez por Fiallo para dejarse fotografiar entre paraguas y focos.
Ahora hay una joven empresaria que con tan sólo veintidós años decidió abrirse paso en el mundo de la moda. Vanesa González no observa ninguna rareza en que con tan corta edad se viniera a Santa María a ocupar el local de un comerciante de toda la vida. Y todo por vender género téxtil. «La verdad es que nunca lo he pensado», argumenta. Ropa de confección con marca que ya, bajo el nombre de Empire, lleva seis años diciendo que la juventud también existe y sobrevive en un lugar tan codiciado como esta céntrica calle.
Santa María, ubicada en pleno centro de la ciudad, abrigada entre calles como Larga, Honda, Cerrón o Plaza Esteve. Corazón que palpita vida desde la mañana hasta que cae la tarde.
Un autobús ha pitado porque una señora ha intentado cruzar sin mirar a los lados. En Rianal se colocan las clásicas chaquetas de caballero en el gran escaparate de la tienda. Unos metros más allá se deja oir el rugido de los motores que se encamina para perderse por Cerrón, donde está el edificio de Correos. Santa María no es una calle larga ni cruza Jerez de parte a parte. No le hace falta para estar en el corazón de esta ciudad. Sin embargo, todos los jerezanos saben que en su pequeño seno ha sabido llevar, durante siglos, las esencias del Jerez más histórico y auténtico. En la parte peatonal y en la parte donde transitan los vehículos.