Los curas buscan pastor
Para la elección del martes, Rouco tiene buenas conexiones pontificias y Blázquez ofrece un continuismo muy del agrado de Roma
Actualizado: GuardarN on recuso laborem nec peto laborem. (No pido trabajo, aunque no rehúso el trabajo»). La respuesta de Ricardo Blázquez, obispo de Bilbao, cuando se le pregunta si aspira a repetir como presidente de la Conferencia Episcopal suena como un escudo ante la insistencia del periodista. Pero hace ya tiempo que el prelado abulense ha interiorizado la posibilidad de repetir un segundo mandato, como ha ocurrido con todos sus antecesores en el cargo -salvo en el caso de Fernando Quiroga, por una cuestión de salud-, aunque ello conlleve «más presencia en Madrid» y una sobrecarga a la gestión de una diócesis «en la que no falta trabajo», admite. A partir del 12 de abril monseñor Blázquez contará con la ayuda de su nuevo obispo auxiliar, Mario Iceta, cuyo nombramiento ha levantado serios recelos en el clero local. «El Cantábrico siempre es más agitado, esto no es el Mediterráneo», concede el obispo, convencido de que la marejada pasará pronto.
Iceta, todavía vicario general de Córdoba, no podrá votar en la Asamblea Plenaria que elegirá el martes al presidente de los obispos, pero su apoyo en el futuro permitiría a Blázquez atender mejor la Casa de la Iglesia, un gobierno que su más próximo competidor, el cardenal Antonio María Rouco Varela, ejecutaba sin moverse de su despacho en San Justo, en el Arzobispado de Madrid.
Fracaso de Rouco
Pero, a sólo dos días de las elecciones en la Conferencia, muy pocos se atreven a aventurar un pronóstico sobre el resultado -las revistas de información religiosa han preparado hasta tres portadas-, aunque son más quienes creen que Rouco intentará reponerse de la afrenta que supuso su sonoro fracaso hace ahora tres años. Entonces, Ricardo Blázquez, sin brillo mediático y sin carisma de líder, logró arrebatarle la presidencia al aglutinar el voto de los prelados más moderados. Algunos ya han pagado su rebeldía frente al todopoderoso cardenal gallego, con traslados en el caso de quien no quería moverse o con un anclaje perpetuo en una diócesis que se consideraba de paso.
Los números, por lo tanto, juegan a favor de una victoria de Rouco, adalid, además, de los últimos ascensos episcopales por su presencia en la Congregación romana responsable de los nombramientos. Los dos más espectaculares han sido los del jesuita Juan Antonio Martínez Camino como auxiliar de Madrid, en contra del criterio de la Compañía de Jesús, y el de su propio sobrino, Alfonso Carrasco Rouco, como obispo de Lugo, calificado por muchos como «un caso de claro nepotismo».
Aunque no existen candidaturas abiertas, los obispos están muy atentos a los movimientos y a las señales de la cúpula episcopal. En esas expectativas no pasaron desapercibidas, el pasado mes de septiembre, unas declaraciones de Blázquez a la revista Vida Nueva, en las que el número 1 de la jerarquía, siempre tan reservado, volvía a poner sobre la mesa su candidatura: «Ni busqué ser presidente, ni rehusaré si me lo piden», admitió, tras destacar de su mandato su empeño por la colegialidad y la aprobación de documentos por unanimidad.