POSITIVO. Vigo se muestra muy optimista. / J. C. CORCHADO
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El Xerez visita San Sebastián sin margen para más errores

Los azulinos buscan ante la Real Sociedad el primero de los ocho triunfos que les asegurarían la permanencia

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Anoeta es el punto de partida de la liguilla de los optimistas. Dieciséis encuentros, a cuál más complicado, dieciséis rivales con dieciséis deseos, dieciséis batallas en las que el Xerez Club Deportivo podría jugarse algo más que la permanencia en Segunda, dieciséis citas para dar rienda suelta a las épicas fantasías que rondan los pensamientos azulinos más positivos, por las cabezas y los corazones de los más optimistas, pues sólo ellos mantienen la mirada en la liguilla de los optimistas. Ésa que comienza esta tarde ante todo un histórico del fútbol nacional. La salvación aún está en sus manos, lejos pero empíricamente accesible. Tan difícil como ganar ocho partidos, o tan fácil como vencer en la mitad de ellos. Ocho triunfos que darían acceso a un año más de fútbol profesional a un conjunto que hasta la fecha ha paseado sus vergüenzas por media España, y lo ha hecho a golpe de mediocridad.

Es la liguilla de los optimistas, de los pocos que aún creen en el milagro, en ese giro de 360 grados que necesita el Deportivo para sacar la cabeza de las profundidades de la categoría. Y es que son muchos los que han lanzado ya la toalla. Precisamente el primero ha sido Morales, el principal valedor de un luchador que no ha dejado que la tela toque el tapete del ring.

Es cierto que el boxeador de calzón azulino se tambalea seriamente sobre el cuadrilátero, que prácticamente no sabe por dónde le llegan los ganchos, pero la tozudez del orgulloso le hace mantener el equilibrio. Por ello, el vestuario xerecista repite una semana más aquello de «mientras hay vida, hay esperanza». En el vocabulario de la plantilla no entra la palabra milagro, pues con dieciséis partidos por delante las prisas todavía no abundan.

Quizás sea la ingenuidad la que les hace ir sin temor a un campo cinco estrellas, quizás sea la falta de memoria la que les hace olvidar que llevan cuatro derrotas consecutivas, que el cambio de entrenador no ha supuesto revulsivo alguno, o que los vascos no pierde en casa desde octubre de 2007. Quizás no quieran ni saberlo