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PURA. Manuela Carrasco es una firme defensora del baile 'al viejo estilo', y se manifiesta contraria a cualquier tipo de fusión. / LA VOZ
Cultura

La danza gitana enseña sus raíces

Manuela Carrasco defiende en 'Romalí' la necesidad de «volver a pisar las huellas» de los antepasados flamencos

D. PÉREZ
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«Una invocación a la concordia, a la tolerancia y a la igualdad; la puesta en escena del conocimiento del arte hindú y su interrelación con la cultura andaluza». Así explica la bailaora Manuela Carrasco los principios que rigen Romalí, el espectáculo que presenta esta noche en el Teatro Villamarta. «Es el reencuentro de una artista gitana con sus raíces del pasado, un abrazo entre el baile flamenco gitano y la danza india: una de sus fuentes esenciales», añadió.

La bailaora sevillana, Premio Nacional de Danza 2007, pretende expresar en sus coreografías el «diálogo entre dos formas de entender el mundo, parecidas, pero no iguales» como un camino que conduce a «saber de dónde vengo para saber hacia dónde me gustaría llevar todo lo que represento».

Romalí, que en caló significa danza de los gitanos, es una obra producida por la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco y tiene en la bailarina india Maha Akhtar a la particular alter ego de Carrasco sobre las tablas. Tanto la bailaora -encargada de las coreografías- como la bailarina -responsable de armonizar en escena el khatak o danza india- contarán con el respaldo de las voces de José Valencia, Pilar Carmona, Enrique el Extremeño, Samara Amador y Antonio Zúñiga, así como de las guitarras de Joaquín Amador, Ramón Amador y Román Vicente, así como de tres músicos hindúes invitados al montaje.

«El ayer y el hoy no pueden estar separados para siempre y es en nuestros orígenes donde hay que buscar la base de nuestras preocupaciones y de nuestras inquietudes, nuestra apasionada defensa de lo que amamos hasta conducirnos al compromiso final», recalca Carrasco.

El espectáculo cuenta con la dirección escénica de Javier Latorre y se articula a partir del abrazo entre gitanos con un mismo origen, la India, que dibujan con sus danzas «el paso del profundo desconsuelo y la angustia de las incertidumbres, a un motivo para la felicidad, a una reiniciación en la esperanza» a través de una propuesta de baile flamenco.

Con esa premisa, Manuela Carrasco tiene tiempo de bailar la alboreá y las bulerías romanceadas, verdiales, alegrías, tangos, soleá Hasta llegar al momento cumbre que se produce cuando la trianera y Akhtar se funden en una seguiriya que lleva por título Encuentro. Manuela Carrasco aspira, con su nuevo trabajo, a «volver a enseñar mis raíces y que la tierra se oiga hasta en los silencios». «Pero quiero hacerlo con voz propia, anunciando una nueva sensibilidad en un tiempo nuevo», agregó.

La bailaora, nacida en el barrio de Triana, en una familia de artistas, es conocida por su defensa de todas las expresiones del arte jondo en su acepción más pura. Su padre es el bailaor José Carrasco El Sordo y su madre está emparentada con los Camborio. No tuvo profesores de baile y se formó de manera autodidacta.

La reconocida artista aprovechó para hacer una encendida defensa del baile puro: «Son casi 40 años de vida artística y creo que son suficientes como para proponer que el futuro del flamenco no está en la fusión, sino en buscar dentro de nosotros mismos, volver a pisar las huellas que dejaron nuestros mayores y proyectarlas hacia delante», argumentó. dperez@lavozdigital.es