Eva y el aroma de los retales
Los fundamentos artísticos de Eva La Yerbabuena son tan altos que siempre deja un aroma de arte grande. Pero por encima de todos su capacidad primero para emocionarse ella con el cante, para de este modo traducir con su cuerpo lo cantado y entregarlo al público al filo del júbilo y la emoción. De ahí que Eva sea bailaora que necesita de un gran respaldo de voces. Necesita el cante para su expresión. Se para a escucharlo, lo mastica, se deja llevar por él con una armonía plena.
Actualizado: GuardarSanto y Seña es un espectáculo retrospectivo, montado con retales de anteriores puestas en escena. Como una visión a lo que han sido sus años de artista, seleccionando algunos números que a ella le han motivado para su vuelta a los escenarios. Bien es cierto que, pese a todo, y sin quitar un solo pero a su magia interpretativa, en la noche de ayer siempre le faltó un puntito. Sí, un pequeño apéndice de intensidad y comunicación que es el que hace diferenciar las faenas históricas y memorables (como la de aquella soleá de hace dos años) de las grandes faenas como la acaecida. Por cuanto creo que fue una exposición que tuvo sus puntos álgidos en varios detalles. Claro que, hablando de Eva La Yerbabuena, cualquier chispa suya vale la que diez en muchas.
La configuración de la obra posee mucho registro flamenco, respecto a la costumbre de unirlo con la danza (y su devoción a Pina Baush). Propuesta que nos hizo disfrutar de lo lindo, porque Eva no es de la que sólo arranca aplausos cuando termina un baile, va más allá. Lo suyo es levantar olés porque produce profundas emociones, como ese aguantar el cante de José Valencia en la soleá bulería final para rematarlo al filo de emoción por citar sólo algunos de los ejemplos.
La puesta en escena comienza con la dramaturgia de la siguiriya. De la Cava evoca el baile de candil. Los alaridos de la pena grande nacen del patio de butacas. Eva interpreta cada Ayeo, cada suspiro, minimalizando la queja con unos giros precisos y contundentes. Recoge con brío y lanza verdaderos látigos con los pies. Como dice el compañero García Reyes, La Yerbabuena es ambidiestra, pues, resuelve con la misma intensidad en cada hemisferio de su cuerpo.
El baile masculino con distintos juegos coreográficos sirve de transición: farrucas, jaleos extremeños y el comienzo de la soleá bulería. Son el noble descanso de Eva que seduce, en su vuelta, con un elegantísimo mirabrás. Hay momentos de luz, de conexión con la esencia. Sabe que baila como ninguna pero es la noche de los detalles sutiles. Como en los tientos tangos, abandonándose a la sensualidad. Como ese inicio de la soleá bulería clavada repartiendo dones. Como esas tres o cuatro bulerías romanceadas para soñar despiertos con finales soberbios, para enmarcarlos. Pero faltó ligazón para el triunfo apoteósico y rotundo de otras noches.