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Editorial

ETA: la amenaza persiste

El atentado de ETA contra la sede socialista de la localidad vizcaína de Derio es una muestra más de su obstinado fanatismo, empeñada en protagonizar una campaña electoral cuyo desarrollo está consiguiendo dejar a los terroristas de lado. El comunicado emitido horas después llamando a la abstención y el boicot de los comicios no hace mas que rubricar su impotencia criminal. El hecho de que el artefacto estuviera compuesto por tres kilos de amonal indica que su autoría se debe al núcleo de la propia banda y no a los grupos satélites que tan a menudo la secundan siguiendo sus instrucciones. La intensificación de la tarea policial preventiva para impedir que ETA pudiera atentar tras la ruptura de su tregua ha obtenido logros importantes y es, con toda seguridad, la causa de que la disposición etarra a golpear «cuando y donde puede» se haya visto frustrada.

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Pero a medida que su fracaso se hace más evidente y su debilidad más manifiesta, y al tiempo que en las bases de la izquierda abertzale afloran los habituales síntomas de desconcierto y desánimo, es seguro que los activistas armados están experimentando la impaciencia propia de la impotencia terrorista. De manera que junto a la certeza del paulatino decaimiento de ETA, los poderes públicos y la sociedad en general han de tener en cuenta el riesgo que supone la necesidad de la banda de hacerse valer de inmediato, como sea, y mejor antes del 9 de marzo. Resulta siempre difícil fijar la temperatura a la que es conveniente mantener tanto el ánimo institucional como las sensaciones ciudadanas ante el devenir de ETA; qué combinación de inquietud y de optimismo es necesario albergar en momentos así. Pero la experiencia demuestra que en esto se yerra más -o con peores consecuencias- por defecto que por exceso. Frente a la posible lectura de que la banda terrorista sólo ha podido atacar una casa del pueblo de una pequeña localidad vasca conviene que prevalezca esta otra: dos activistas fueron capaces de deambular encapuchados por las estrechas calles de Derio portando tres kilos de amonal, y siguen libres.