Los observadores creen que los comicios rusos serán antidemocráticos
Presiones a los electores para que acudan a las urnas, tratamiento desigual a los candidatos en los espacios televisivos, trabas a los observadores internacionales, cribas que cierran el paso a los comicios a la verdadera oposición y periodistas extranjeros vetados por los servicios secretos son hechos que conforman el panorama de las elecciones presidenciales que mañana se celebran en Rusia.
Actualizado: Se diría que el presidente, Vladímir Putin, ha puesto toda la carne en el asador porque teme que su delfín, el viceprimer ministro, Dmitri Medvédev, pudiera llevarse un batacazo en las urnas.
Pero nada parece más lejos de la realidad. Los sondeos, si no están trucados, auguran a Medvédev una cómoda victoria sin necesidad de una segunda vuelta. Podría obtener entre el 60 y el 75% de los sufragios. No se concibe entonces por qué se emplea tan profusamente el rodillo administrativo.
Hasta el punto de que estos comicios podrían pasar a la historia como los más antidemocráticos de los últimos veinte años. Todavía en la época soviética, con Mijaíl Gorbachov, en el Kremlin, las elecciones eran mucho más libres y democráticas que ahora.
Candidaturas simuladas
El diputado del PP y relator de Derechos Humanos de la OSCE, Jesús López-Medel, que hubiera estado ahora en Moscú como observador si no hubiese sido por las restricciones impuestas por la Comisión Electoral rusa, ha señalado en una nota de prensa que frente a Medvédev, «no hay oposición que represente opciones liberales, sino sólo candidaturas simuladas». En tal situación, estima López-Medel, «los comicios rusos carecen del pluralismo mínimo exigido para que puedan ser calificados de libres».
Los tres adversarios de Medvédev, el comunista Guennadi Ziugánov, el ultranacionalista Vladímir Yirinovski y el jefe de la masonería rusa, Andréi Bogdánov, no son más que meras comparsas. Sus posibilidades se ven reducidas a escoltar a Medvédev.