Jarrones chinos
Un político puede acabar siendo recordado por una metáfora afortunada. Incluso puede ocurrir que ese mismo político no termine estando a la altura de la brillantez de su metáfora. Hace unos años, la retórica seductora de Felipe González definió a los ex presidentes del Gobierno como jarrones chinos en apartamentos pequeños, porque su aparente valor queda atenuado por lo mucho que pueden llegar a estorbar. Cabe imaginar que la comparación incluía una segunda parte, aquella en la que el jarrón no sólo entorpece, sino que su estrépito al caer puede acallar cualquier otro ruido a su alrededor.
Actualizado: Guardar Pero si algo han evidenciado sus palabras es la dificultad de los herederos para convivir armónicamente con quienes les sucedieron en el puesto. Una incomodidad que, paradójicamente, parece agudizarse más cuando el predecesor pertenece al mismo partido. Los estrategas del PSOE han optado por rescatar el carisma mitinero de González para una decena de actos electorales, aunque sólo ha coincidido con Zapatero en el celebrado en Hospitalet el pasado día 16, antes de que la campaña arrancara oficialmente. Resulta significativo que quienes han diseñado una campaña subrayando la modernidad que encarnaría el proyecto de su candidato recurran al ex presidente no tanto para apuntalar esa imagen entre sus potenciales votantes como para retener al «socialista clásico», lo que daría pábulo a la impresión de que las maneras de Zapatero no terminan de convencer a la militancia más avezada. Como si la ausencia de un hilo sentimental entre ambos -el candidato a la reelección puede presumir de no ser el delfín de nadie- repercutiera también en el ánimo de esas bases del partido que hunden sus raíces en un tiempo irrepetible.
La notable presencia de González en esta campaña contrasta con las apenas tres intervenciones programadas en la agenda de José María Aznar. Aún es una incógnita si compartirá con Rajoy el mitin de cierre en Madrid, aunque la experiencia de las generales de 2004 y de las municipales de 2007 demuestra que ambos se han rehuido en los actos ante la militancia. En realidad, desde que renunció por decisión propia a La Moncloa y designó a su sucesor al frente del Partido Popular, Aznar se ha prodigado escasamente en las convocatorias propias de la contienda electoral. González aún es capaz de solapar la campaña de Zapatero, pero no puede eclipsarle. Una seguridad con la que no cuenta el equipo de fieles que con tanto cuidado han diseñado la ruta de Rajoy hacia el 9-M.