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Pasión por los barcos y el mar
Aprovechando los tres turnos de varada, los socios del Club Nautico Alcázar reparan sus embarcaciones antes de la llegada de la primavera
Actualizado: GuardarBajo la saludable brisa marina, Luis García, el socio número 1 del Club Nautico Alcázar, pinta a Maralu. En cada pincelada pone todo su esmero ante la mirada atenta de su hijo José Luis García. «El barco lo fabriqué yo hace muchos años. El nombre proviene de mis tres hijos María, Rafa y Luis. Ese otro que está ahí también lo hice», explica con orgullo este carpintero de Rivera de 84 años de edad.
A pocos metros, Vicente Sánchez García, otro jubilado de 72 años de edad, pone a punto a María Dolores. «Estoy relacionado con la mar desde que mi madre me trajo al mundo. Mi padre pescaba atunes y mi madre los envasaba en la fábrica, era estibadora», señala mientras lija el casco de la embarcación para quitarle la sal.
Vicente reconoce que los barcos de madera requieren más mantenimiento que los de fibra, porque hay que «vararlo y secarlo», pero aún así prefiere lo tradicional. «Al mar madera, como decía la difunta de Rocía Jurado», comenta entre risas.
Vicente trabajó como electricista en Astilleros, pero en sus ratos libres siempre se dedicó a pescar con su bote en la Bahía. «Por aquí hay buenas doradas y lubinas, pero lo mejor es pasar el rato con los amigos. Unos a otros nos ayudamos, son tantos años que todo se aprende con la práctica», dice mirando al mar.
Ataviado con un peculiar sombrero de paja para resguardarse de los rayos de sol, Antonio Gómez Peña (64), profesional del metal, desengrasa el motor de su embarcación, Isabel Primero. «Yo como caldero y tubero que he sido tengo nociones de mecánica. Todos los años limpio el motor para quitarle el óxido y luego le doy una mano de pintura. El agua salada es muy mala y corroe todo», advierte al tiempo que saca las pequeñas piezas con suma paciencia.
Apenas ser varada, Bambi recibe un mangerazo de agua dulce de José Castaño, un amigo de Domingo, el dueño.
Convivencia
Como Maralu, María Dolores, Isabel Primero y Bambi, las 392 embarcaciones del Club Alcázar serán varadas antes de que llegue el verano para recibir el pertinente mantenimiento. La tarea, además de servir de entretenimiento a los socios, resulta toda una didáctica convivencia, un auténtico taller de aprendizaje en donde los conocimientos son intercambiados de unos a otros.
Luego, las aguas de la Bahía darán la bienvenida a estos rejuvenecidos botes y a sus viejos lobos de mar.
jmvillasante@lavozdigital.es