Por allí resopla
El Estrecho de Gibraltar es un lugar mágico para embarcarse en uno de los barcos dedicados al avistamiento de cetáceos para turistas
Actualizado: GuardarNo saben nada acerca de turismo activo, ni de la vida moderna, más allá del zumbido de las hélices de los grandes cargueros que transitan el Estrecho como rascacielos del mar. Los delfines se meten debajo de las proas para jugar a cinco centímetros de los cascos y nadan de lado, precisos, mientras que en la embarcación decenas de cámaras almacenan en sus tarjetas uno de los momentos más mágicos que puede vivir el urbanita: entrar en contacto con los cetáceos a dos horas de la capital.
Varias empresas de Tarifa se dedican al curioso negocio de poner en contacto a cetáceos y humanos. No lo tienen muy difícil: el Estrecho de Gibraltar es una zona de paso obligado para miles de animales, cada uno con su motivación, ya sea reproducirse o darse un atracón a base de jugosos atunes. El catálogo de fauna, al margen del tesoro de aves que cruza el cielo, es amplio. Se pueden ver desde los pequeños delfines (listados, mulares o comunes) hasta los rorcuales. Firmm, Whale Watch o Aventura Marina mueven a decenas de miles de turistas anualmente en sus barcos. André Anciaes y los suyos pertenecen a Turmares, una compañía que maneja varias embarcaciones. Ver a los animales no es cuestión de suerte. La empresa asegura un 90% de posibilidades de encontrarlos, un porcentaje que varía con la especie, al igual que el precio. Salir a buscar calderones y delfines en una excursión de dos horas y media cuesta 27 euros para los adultos y 20 para niños. Buscar las orcas y los enormes rorcuales de más de 22 metros (de la familia de la ballena blanca) cuesta 40 euros y supone media hora más de excursión.
El mar da hambre, y darse al cerdo ibérico en Casa Juan Luis con un menú a base de las delicias del cochino es lo más indicado para reponer fuerzas. Si el visitante se encuentra con su dueño, el Sabio Tarifa, es recomendable que le ruegue una narración detallada de su deliciosa versión de las Bodas de Canaá. Si quedan fuerzas, Tarifa florece de noche en decenas de pubs y discotecas.
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