Fotos y vídeos
El otro día, desde el escenario, me di cuenta de que había una chavalita grabando el espectáculo con su móvil. Aparte de que esté prohibido, o de que a una compañía no le convenga que la gente tenga grabado su espectáculo (porque lo que una quiere es que vengan al teatro a verlo, no que lo vean desde su casa); aparte de esto digo, me entró una mala leche grande pero por otro motivo. Vamos a ver, niñata, ¿para qué quieres tener grabada esta obra en vídeo, si la obra te importa un comino? Si estás charlando con el de al lado, si cada dos por tres te pones a mirar lo que has grabado, si, en fin, te da igual estar viendo esto que una conferencia sobre el australopithecus, ¿qué haces dando por culo con el móvil?
Actualizado: GuardarHace unos meses estuve en la Mezquita de Córdoba. Maravillosa, como siempre que voy a visitarla. Lástima que estaba llena de gente que, a diestro y siniestro, no paraba de grabar y hacer fotos. Y no eran japoneses, no, eran turistas españoles que, en vez de disfrutar de lo que veían, se preocupaban por grabarlo, por retenerlo en sus cámaras para enseñárselo después en casa a las visitas. Qué patético, acumular recuerdos para poder disfrutar a posteriori de lo que en su día te perdiste porque estabas demasiado preocupado haciendo fotos.
No me gustan esos aparatos, esas microcámaras de los móviles, de los mp3, de los ipods. Tan pequeñitas que puedes llevarlas siempre contigo, y así pasarte todo el día obsesionado por guardarlo todo en la memoria del aparato, en vez de guardarlo en la memoria del alma, que es el sitio de las cosas bonitas. Pero es lo que hay, es a lo que vamos, almacenamos y almacenamos porque lo importante es tener y tener, aunque no lo hayamos disfrutado. Especialmente esta nueva generación a la que parece que no le interesa la realidad, a no ser que se la filtren previamente a través de la pantalla de un móvil o de un vídeo del youtube.