FELIZ. Shinawatra comparece en un hotel poco después de su llegada a Bangkok. / EFE
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Democracia a la tailandesa

El depuesto primer ministro Shinawatra regresa al país tras acceder al cargo su amigo Sundaravej

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Tailandia abraza de nuevo la democracia después de quince meses de régimen militar. Pero lo hace a su manera. Mirando hacia la extrema derecha y haciendo la vista gorda ante la llegada del depuesto Thaksin Shinawatra, acusado de corrupción y de tráfico de influencias durante su etapa como primer ministro, que acabó con el golpe de estado del 19 de septiembre de 2006. No parece que su sucesor, Samak Sundaravej, de 72 años y vencedor indiscutible en las pasadas elecciones del 23 de diciembre, con el partido que, bajo otro nombre, dirigió Shinawatra, le vaya a dar muchos problemas. Así que ha decidido poner fin a su exilio voluntario. Ayer, nada más llegar, fue puesto en libertad bajo fianza, con cargos por corrupción. Pero no parece que vayan a prosperar.

Así comienza una nueva etapa repleta de incógnitas en el país más turístico del sudeste asiático. Sundaravej es un fiel amigo de Shinawatra, y la mayoría espera que siga sus pasos: mano dura contra los independentistas musulmanes del sur del país, en un conflicto que se ha cobrado ya varios miles de muertos y que no parece tener fin y drásticas reformas que activen una economía que ha sufrido en exceso la inestabilidad en el ámbito político. El turismo, una de las principales fuentes de ingresos, también espera que el nuevo Ejecutivo sea capaz de proyectar una imagen de concordia democrática que acabe con un lustro negativo.

Defensor de una matanza

Sin embargo, el currículum de Sundaravej no parece encaminarlo a la construcción del edén. En 1991 se ganó el respeto del Ejército por su defensa de la matanza de más de un centenar de activistas pro democracia en Bangkok, y el cargo de viceprimer ministro en la Junta Militar que gobernó el país durante el anterior golpe de estado. A finales de la década de 1970, Sundaravej ya había mostrado sus cartas al liderar la campaña de persecución de la izquierda, que se saldó con cientos de estudiantes e intelectuales detenidos. En 1979 fundó su propio partido de extrema derecha, y el año pasado aceptó el encargo de maquillar el partido de Shinawatra para vencer en los comicios. Y lo logró.

No obstante, ahora Sundaravej necesita distanciarse de su antecesor si quiere ganarse la confianza de la población y del Ejército. Aunque la Junta Militar asegura que acata las decisiones derivadas del resultado en las urnas, veinte golpes de estado desde la abolición de la monarquía absoluta, en 1932, son un buen ejemplo del poder que tienen los militares en Tailandia, y de la necesidad reforzar la débil democracia del país. Curiosamente, sólo el derrocado Shinawatra ha sido capaz de terminar una legislatura.

En este contexto, la figura del monarca se erige como pilar de la estabilidad. Adulyadej es venerado como un dios por los 65 millones de tailandeses y ninguna reforma tendrá éxito sin su beneplácito. Ha sucedido así en los golpes de estado bajo su reinado, y continuará la tendencia en el futuro, a pesar de que, teóricamente, su papel como jefe de Estado es simbólico.