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SOLDADO. El príncipe permanece en la base para no ser reconocido. / AFP
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El príncipe y el talibán

Medios no británicos desvelan el despliegue en Afganistán de Enrique, el tercero en la línea de sucesión a la corona británica

ÍÑIGO GURRUCHAGA
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El príncipe Enrique ha formado parte del destacamento británico en el sur de Afganistán desde hace diez semanas. Era un secreto bien guardado. La casa del príncipe Carlos y el Ministerio de Defensa informaron de su destino a los medios británicos, que mantuvieron hasta ayer su silencio. El año pasado, se anunció que Enrique iba a Irak con el Azules y Reales, el regimiento al que se unió tras formarse en la academia militar de Sandhurst. El anuncio se reveló como un error. Militantes de la insurgencia iraquí anunciaron que intentarían matar o secuestrar al tercero en la sucesión a la corona británica. No sólo él corría un riesgo adicional al de otros soldados. También las tropas a las que el príncipe se uniría podían ser un objetivo más codiciado. Se decidió que no iría. En diciembre de 2007 se actuó de otra forma. Los mandos militares ofrecieron a los medios británicos un pacto: les darían acceso para filmar y describir lo que Enrique hacía en Afganistán a cambio de que no se publicase nada hasta que el príncipe cumpliese el turno de cuatro meses de servicio.

A Enrique le informó su abuela, la reina, de la decisión que se había tomado. Él declarado públicamente que no estaba dispuesto a permanecer en Londres mientras sus colegas en el Ejército combatían. Cuando se canceló su despliegue en Irak, se interpretó que Enrique veía frustrado su afán de convertirse en un militar de verdad.

El Azules y Reales, su regimiento, es un cuerpo de reconocimiento. Avanzan en el territorio de combate a bordo de vehículos acorazados Scimitar. También se les llama tanques ligeros y tienen un cañón de alta velocidad para su defensa. Enrique está entrenado para comandar un grupo de Scimitar e informar a los mandos superiores de las posiciones del enemigo o de las peculiaridades del terreno. Si Enrique se hubiese desplegado en las funciones para las que fue entrenado, habría sido detectado inmediatamente. Colegas podrían escribir a casa explicando que Enrique está entre ellos. Otros podrían reconocerle. Por eso, le adiestraron en una función distinta, el control de operaciones aéreas desde una base.

En enero, una revista australiana para mujeres, Nueva Idea, publicó que Enrique estaba en Afganistán. El periódico alemán Bild le siguió. Y ayer lo hizo una popular página de internet en Estados Unidos, el Drudge Report. Todos proclamaron obviamente que era una exclusiva mundial. El general Richard Dannatt, jefe de Estado Mayor del Ejército británico, ha comentado que está estudiando con otros mandos si Enrique debe volver a casa inmediatamente para no aumentar el peligro que corren él y las anónimas tropas.