Marín evoca el fin de los cafés cantante
Actualizado:Todavía los abuelos recuerdan alguno de esos locales en los que los veladores estaban orientados hacia una tarima que ejercía de escenario y el humo de los cigarrillos y puros se conservaba en la atmósfera de un día para otro. Son los cafés cantante, que tanta fama tuvieron entre el siglo XIX y el XX y que desaparecieron con la irrupción de la Guerra Civil. Precisamente aquella época de declive de esta forma de entretenimiento es la que rememora el bailaor y coreógrafo Andrés Marín en su último espectáculo Al alba del último día, que pondrá en escena esta noche en el Teatro Villamarta: «Muchas veces pensamos que el café cantante es un tablao flamenco, cuando originariamente era un sitio alternativo, de variedades: te podías encontrar allí un pianista, al bailarín de claqué, a la mujer frívola (la vedette), el cuadro flamenco, el comienzo del cine mudo, el carnaval...»
El hijo de Andrés Marín y de Isabel Vargas viene con ganas a Jerez: «Eso siempre», asegura. Aunque la responsabilidad del baile recaerá por completo sobre él en este montaje, estará acompañado al cante por José Valencia y Segundo Falcón y a la guitarra, por Salvador Gutiérrez, que comparte con el bailaor la dirección musical. Completan el elenco artístico, Pablo Suárez (al piano) y Antonio Coronel (a la percusión).
Marín ha escogido la desaparición de tres cafés cantante para su espectáculo: El Kursal (Sevilla), el Café de Chinitas (Málaga) y el Café Suizo (Granada). Con estos tres puntos, El alba del último día – que cuenta con la coproducción de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco– expresa el intimismo de Granada, el bullicio de la capital hispalense y la vocación marinera de Málaga. «Cuando abro el espectáculo hay tres proyecciones. Sale la voz de Pepe Marchena en off y se ve en qué han quedado hoy los cafés cantante de entonces. Por ejemplo, el Suizo de Granada es un Burguer King, el Kursal de Sevilla, que cerró en 1935, es hoy la tienda Mango, y el Chinitas de Málaga es un bazar. Es una pena en qué han quedado esos cafés cuando en aquella época nacieron allí un montón de artistas célebres y un montón de cantes que hoy conocemos», se lamentó Marín.
En este espectáculo –que se estrenó en la última edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla– Andrés Marín baila subido «a una plataforma de circo y me proyecto detrás, con el gobierno de Franco como público, porque cuando llega el 36, el flamenco queda relegado, la cultura en sí, queda relegada. Es un poco como representar una bufonada».
En la Sala Compañía
Marco Vargas y Chloé Brûle completan el programa de hoy en el Festival de Jerez con su propuesta Cuando uno quiere y el otro no, significativa expresión de las relaciones de pareja. «Es sencillo y personal», explicó la bailarina de clásico. «En el escenario hay una mesa, dos sillas y dos tazas de gazpacho», añadió.
Según los ejecutantes, «se cuentan situaciones de una relación de pareja en la que se puede sentir identificado cualquiera». En la actuación de esta tarde en la Sala Compañía estarán respaldados por el cante de Juan José Amador.
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