EN CAMPAÑA. Johnson llega al ayuntamiento londinense. / AFP
Contraportada

El botín de guerra de Boris

El candidato conservador a la alcaldía de Londres es blanco de las críticas por quedarse un portapuros del ex ministro iraquí Tarek Aziz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El controvertido candidato del Partido Conservador a la alcaldía de Londres, Boris Johnson, presume de haber puesto los pies en la que fue la mansión del número 2 de Sadam Hussein, Tariq Aziz. Cuando entró en la casa, sólo diez días después de que éste se entregase a las tropas de EE UU en 2003, estaba patas arriba y todos los objetos de valor habían desaparecido, según Johnson, menos uno: un portapuros que el británico no dudó en meterse al bolsillo.

Poco después, publicó una columna en el Daily Telegraph en la que relató el episodio con todo lujo de detalles, aunque no justificó qué hacía en la casa. Fanfarrón y desvergonzado, explicó con orgullo el valor de su hallazgo: «Una reliquia vital de nuestro tiempo, un objeto más cercano a su corazón (el de Aziz) que incluso Sadam Hussein». Y es que el fiel aliado del dictador iraquí durante veinte años no desaprovechaba la ocasión para fumar un puro; tampoco el ahora propietario de su pitillera.

«La he cogido para protegerla. Si la hubiera dejado, habría caído en manos de alguien más hostil hacia Tariq Aziz que yo. Si la quiere, supongo que se la puedo devolver», comentó el político tory, que desde entonces guarda el estuche en su casa. Pero puede que ahora, despojado de su libertad y de su pitillera, Tariq Aziz no tenga acceso a un buen puro. El que fue primero ministro de Asuntos Exteriores y después viceprimer ministro iraquí sigue detenido sin que, según la BBC, haya sido acusado formalmente aún de ningún delito.

Maniobra policial

La unidad de Arte y Antigüedades de Scotland Yard se ha propuesto recuperar esta pequeña reliquia que considera «culturalmente significativa» para Irak. La Policía ha reclamado al político que devuelva el souvenir. Johnson ha respondido atacando a Scotland Yard por «perder el tiempo» con él, cuando, en el último mes, se han registrado en Londres 19.000 delitos. El Daily Telegraph, para el que ha trabajado durante años, como corresponsal en Bruselas y como comentarista político, atribuye esta maniobra policial a sus enemigos de campaña. El principal es Ken Livingstone, laborista al que Johnson aspira a barrer de la alcaldía en las elecciones del 1 de mayo.

La carrera de este rubio con aire despistado y bohemio, de 44 años, licenciado en Filología por la Universidad de Oxford, ha estado desde sus comienzos asociada a la polémica. Sus meteduras de pata le han costado caro, pero el respeto que suscita en las filas de su partido lo ha resucitado después de cada caída. La primera fue durante sus prácticas como periodista en el Times; el periódico lo despidió después de haber falsificado una cita.

Años después, al frente de la revista The Spectator, tuvo que disculparse tras haber criticado en un editorial a la ciudad de Liverpool por llorar a Ken Bigley, el británico que fue secuestrado y después asesinado en Irak. Y otra disculpa siguió al comentario sobre Papúa Nueva Guinea, a la que asoció con «orgías de canibalismo». El escándalo más sonado, ya como político, se produjo cuando supuestamente Johnson, casado y padre de cuatro hijos, mintió sobre una aventura amorosa con una columnista, lo que motivó su cese en 2004 como portavoz de Cultura.