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Toda una vida maltratada

María Victoria estaba intentando rehacer su vida; sus amigas recordaban que sufrió malos tratos desde que se casó

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María Victoria estaba intentando rehacer su vida. Era natural de Sevilla, pero desde muy joven se trasladó a vivir a El Puerto, donde formó su familia. «La vida no la ha tratado bien», según se lamentaba ayer el grupo de amigas en las que ella siempre se apoyaba.

Llevaba 30 años casada con J. L. G. R. Las amigas aseguran que los malos tratos comenzaron desde el principio, aunque ella, «por miedo», nunca quiso denunciar.

Hace apenas un año tomó la decisión de separarse legalmente y se desplazó a Sevilla a vivir con unos familiares. «Tenía miedo, siempre iba mirando para atrás y sabía que un día la iba a matar», comentó ayer a la entrada del funeral una de sus amigas íntimas.

María Victoria quería separarse, pero no quería recibir una manutención de su marido, por lo que comenzó a formarse laboralmente. En 2007 realizó un curso de geriatría en la federación de vecinos de la Flave y estuvo durante unos meses realizando prácticas remuneradas en la residencia de mayores de la calle Nevería. Actualmente no podía vivir en el domicilio conyugal de la calle Valdés, ya que su marido la había denunciado por coacción y tenía una orden de alejamiento, aunque fuentes cercanas a la víctima aseguran que María Victoria M. J. se desplazó el martes hasta Cádiz porque el juez le iba a entregar la documentación por la que la vivienda ya quedaba bajo su poder.

La vecina de María Victoria, que prefiere mantener el anonimato por miedo a posibles represalias, asegura que fue durante muchos años su ayuda y confidente ante los continuos malos tratos que sufría. Describe incluso escalofriantes episodios en los que María Victoria le enviaba mensajes por el móvil durante la madrugada para que saliera en su ayuda ante «las amenazas y palizas» que sufría por parte de J. L. G. R.

Pero esta amargura no trascendió a todo el barrio. Siempre fueron considerados una familia modelo para sus vecinos de la calle Valdés. Los tres hijos estaban perfectamente integrados en la vida del barrio y el padre, ahora en Puerto II, era una persona afable que solía acercarse diariamente a la tienda de ultramarinos y apuestas De Todo Dos para echar la quiniela o jugar a la lotería. «Esta vez sí que me va a tocar», solía decir Juan Luis, antes de echar su boleto. Antonio Cairón, el propietario del establecimiento, comenta que «he mantenido una amistad de veinte años con todos los miembros de la familia y aún no hemos podido asimilar lo que ha ocurrido».

De hecho, los vecinos afirman que el presunto asesino era una persona cordial que disfrutaba realizando chapuzas en su hogar. Si de cara a la galería tenía un comportamiento ejemplar, las amigas de María Victoria señalan que «como marido era posesivo y tiránico».

«Siempre intentó anular a su mujer. No la dejaba que leyera, que se sacara el graduado escolar o que estudiara para sacarse el carné del coche», subraya la monitora social que dio clases a María Victoria. «Impidió que se hiciera independiente y cuando finalmente lo consiguió, la mató a sangre fría», subraya.