Editorial

Sin defensa

Los asesinatos de cuatro mujeres, una de ellas de El Puerto de Santa María, a manos de sus parejas en apenas 24 horas constituye el más dramático de los recordatorios de un drama incesante que ya se ha cobrado la vida de 14 ciudadanas en lo que va de año, una cadencia cuya espeluznante reiteración no puede llevar a la sociedad al desistimiento. El hecho de que sólo el 1% de las denuncias por malos tratos las presente el entorno familiar o vecinal de quienes los sufren explica en buena medida que continúen sucediéndose tragedias como las registradas ayer. Pero éstas también reflejan dolorosamente la incapacidad de la legislación y los poderes públicos para reducir el número de muertes vinculadas a la violencia doméstica, que el año pasado se cobró la vida de 118 personas, un 22,9% más que en 2006. Los órganos judiciales desconocían la existencia de una situación de amenaza en el 70% de los casos, lo que supone un lastre casi insalvable si no se afina la cooperación entre las distintas instituciones.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pero si esas cifras producen una lógica frustración sobre la eficacia como sociedad para erradicar esta lacra desde su origen, lo que resulta del todo alarmante es que no se logren evitar los asesinatos cuando se han adoptado ya medidas policiales y judiciales contra el agresor. Los reiterados quebrantamientos en las órdenes de alejamiento, como al parecer ha ocurrido en una de las últimas muertes, obligan a revisar la efectividad de los mecanismos para prevenir el delito, sopesando alternativas como la de agravar la pena para los agresores que incumplan el mandato del juez. Pero también exigen una continuada labor de protección psicológica y emocional de las víctimas, que aminore su sensación de soledad e indefensión -aún más acuciante entre las inmigrantes- y les dote de la fortaleza necesaria para que puedan sobreponerse a las falsas expresiones de arrepentimiento que terminan fatalmente.