LOURDES PÉREZ

Hallazgos de campaña

EL primer cara a cara entre Zapatero y Rajoy fue casi un calco en el tono y en el principal elemento de crispación -la lucha contra ETA- del último debate sobre el Estado de la Nación. El 63% de los ciudadanos que siguieron en julio aquel Pleno parlamentario recordaban como asunto central del mismo el problema del terrorismo. Apenas el 13% de los encuestados por el CIS tenía la impresión de que la situación económica hubiera ocupado de manera prioritaria las intervenciones del presidente del Gobierno y del líder de la oposición, un porcentaje que se reducía al 3% cuando se preguntaba sobre la inmigración. Sin embargo, ambas cuestiones están ocupando un lugar preferente en los discursos de esta campaña: el primero, por el hecho objetivo de que nuestro crecimiento se ha ralentizado; el segundo, porque el PP decidió focalizar la atención sobre su propuesta para que los inmigrantes firmen un contrato de integración. Lo que demuestra la comparación con lo ocurrido en el debate de hace ocho meses es que, por entonces, ni el PSOE parecía atisbar un escenario de desaceleración económica, ni el PP contaba tampoco con él como uno de sus argumentos centrales de oposición.

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De ahí que el enfrentamiento que mantienen los dos partidos en esta materia tenga el regusto de lo impostado. Porque no se trata sólo de que la inquietud tan acusada que exhiben los populares por la subida de la cesta de la compra o el repunte del paro no se corresponda con las principales preocupaciones de su discurso político en el resto de la legislatura. También Zapatero ha optado por transformar la economía en un hallazgo electoral, personalizado en este caso en el inusitado realce público que está otorgando a Pedro Solbes. Después de cuatro años en los que el criterio del vicepresidente del Gobierno ha rozado con el de otros ministros, es como si el candidato socialista hubiera descubierto a su 'número dos' en el papel inesperado de recolector de votos. Aunque su preeminencia en esta campaña signifique admitir que la economía ofrece síntomas de agotamiento y también que éste asunto obligará a resituar las prioridades programáticas en la nueva legislatura, gane quien gane.

Rajoy demostró en su debate con Zapatero que no piensa renunciar a presentarse como el candidato de la clase media trabajadora -es el único terreno en el que puede combatir los óptimos datos macroeconómicos del Gobierno- y tampoco a agitar las consecuencias de la inmigración, pese a que eso signifique vincularla con la delincuencia. Los populares creen que les resulta efectiva la mera alusión a aquellas cuestiones que la ciudadanía puede interiorizar como un foco de problemas, con independencia de cómo se formulen. Pero esa estrategia -otro hallazgo de campaña- puede acabar siendo contraproducente para sus intereses. Aunque en España residen más de cuatro millones de extranjeros, los que tienen derecho a voto apenas representan el 1 por ciento del total del censo. Sin embargo, los inmigrantes representan ya la mitad de los nuevos electores.