Talento e industria
La concesión del Oscar al mejor actor secundario a Javier Bardem constituye un éxito personal encomiable, que él quiso justamente compartir con quienes le ayudaron a iniciarse en el oficio. Pero también formó parte de una edición que premió a actores y actrices no estadounidenses o a películas no producidas directamente por los grandes estudios. No se trata de algo sorprendente. Hollywood se ha nutrido desde la Segunda Guerra Mundial con intérpretes, directores y técnicos europeos, y en la actualidad la mitad de los ingresos por cada película producida en EE UU proceden del mercado extranjero y, sobre todo, de este lado del Atlántico. De igual manera, el hecho de que la mayoría de las películas premiadas se encuadren en el llamado cine independiente o de presupuesto medio obedece a un cambio evidente en la estructura del negocio cinematográfico en América. No sólo porque suponen un refresco creativo para una industria obligada a una innovación constante, sino que además el pirateo y el traslado de los ingresos principales desde la exhibición en las salas a la comercialización en DVD han terminado forzando un cierto alejamiento de las producciones de gran presupuesto hacia las de coste medio. Lo cual no impide que los grandes estudios sigan controlando la cadena del negocio, dado que participan tanto en la financiación del cine independiente como en su distribución.
Actualizado: GuardarEn este contexto se explica el triunfo indiscutible en los Oscar de los hermanos Cohen, que nunca han hecho una película de gran presupuesto o con éxito total en taquilla, y el reconocimiento a la calidad interpretativa de Daniel Day-Lewis, Marion Cotillard, Tilda Swinton y del propio Bardem. Su estatuilla significa la victoria del talento, pero también la constatación de que la creatividad tiene mayores oportunidades de realizarse si está arropada por una estructura industrial y la proyección internacional.