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John Galliano conquista la pasarela de París con una mujer vestida de optimismo y color

«Optimista», «elegante», por supuesto, y «moderna», así fue siempre la mujer Dior el siglo pasado y promete serlo en el siglo XXI, por arte y magia de John Galliano , quien volvió a conquistar ayer París con su colección Prêt-à-Porter para la próxima temporada invernal.

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En busca de una exquisita «incandescencia» para cada modelo, todos absolutamente llevables, sin fantasías imposibles, Galliano fue a buscar los códigos claves de finales de los años 60, adaptados a los gustos más exigentes de la mujer actual, que será, desde luego, amante del lujo y la opulencia. Por ello, además de las voluminosas melenas cardadas vistas en los jardines de las Tullerías, los zapatos de tacón muy alto y grueso, con espejos laterales incrustados; y los sombreros con alas de espíritu vaquero, a menudo en piel, de avestruz o de cocodrilo; serán algunas características fundamentales del Dior invernal 2009. Cuando los haya, sombreros y guantes estarán a juego con el conjunto monocolor muy vivo que acompañen, al igual que el bolso.

Sobre la pasarela no hubo espacio para los pequeños modelos, en beneficio de un nuevo «icono», el 61. En cuanto al conjunto en sí, monocolor, nunca pantalón, será un traje de chaqueta, corta o hasta las caderas, recta o entallada, con mangas hasta el antebrazo, rectas o trapecio, a veces hasta la muñeca. La falda llegará hasta las rodillas o quedará por encima de ella. Nada de minis. El resultado fue una idea de mujer envidiable y poderosa, dulce, audaz y segura de sí misma, que algunos invitados situaron de inmediato a medio camino entre el estilo Jackie Kennedy, y la británica Amy Winehouse, ésta última por compartir visiblemente con Galliano su interés indumentario por los años 60, incluido el gran cardado capilar. Un portavoz de Dior desmintió que el maestro se haya inspirado en la talentosa cantante pero Galliano abrió y cerró su desfile con Miss Robinson, de Simon y Carfunkel, tema que en 1967 ilustró el papel de la tentadora y alcohólica Señora Robinson, en El Graduado. / LOLA LOSCOS