CONFRONTACIÓN. José Luis rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se dirigen al lugar preparado para comenzar el debate entre ambos. / REUTERS
ESPAÑA

Zapatero y Rajoy firman un debate sin riesgos

El fallido proceso de paz dio pie a los momentos más tensos del cara a cara, en los que el candidato del PP tachó de «mentiroso» al socialista

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No hubo grandes novedades. El primer cara a cara entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se rigió por reglas de espectáculo televisivo propias de Estados Unidos, deparó escasas sorpresas y apenas contribuyó a enriquecer el contenido de la campaña electoral.

Como era de esperar, los dos candidatos intentaron tender sus redes en los caladeros de los votantes indecisos, con dos estilos diferentes de expresión. Zapatero, más suelto que su rival, que tardó en tomar el pulso al debate, pero que se recuperó de sus titubeos iniciales cuando entró en el capítulo de la política antiterrorista.

Uno y otro exhibieron numerosos gráficos para intentar avalar sus respectivas tesis, que sirvieron, básicamente, para ilustrar dos formas muy diferentes de entender una misma realidad, y ambos rompieron en algunos momentos la disciplina -casi exquisita-, con la que aceptaron el reparto de turnos imputando supuestas mentiras a la exposición del adversario que, sin embargo, no llegaron nunca a desmontar.

El debate arrancó con fuerza. Como estaba pactado, lo abrió Mariano Rajoy con una andanada, a modo de resumen, en la que aludió a la subida de precios en los artículos básicos, la pérdida de 300.000 empleos en los últimos meses, el incremento del precio de la vivienda, los malos resultados de la educación y la política de inmigración del PSOE, «contra la que ha protestado toda Europa». No pasó por alto tampoco la acusación de que Zapatero ha intentado «modificar por su cuenta el modelo de Estado» o «ha negociado con ETA, también por su cuenta». «Ningún gobernante ha sembrado tanta tensión y tanta cizaña» como el presidente socialista, apostilló.

El presidente del Gobierno contraatacó de inmediato. España, dijo, se ha convertido en la octava potencia económica del mundo, durante la gestión del Ejecutivo socialista, se han creado tres millones de empleo y las pensiones mínimas se han incrementado en un 30%. No se olvidó tampoco de exhibir como grandes avances de su gestión las leyes de Igualdad y de Dependencia. Todo ello, sentenció, «salvando los obstáculos» puestos por «una oposición que no aceptó la derrota electoral, que ha utilizado la mentira que ha dividido a los españoles y que ha utilizado el terrorismo con fines partidistas».

Ninguno de los dos líderes políticos se movió de sus posiciones en el debate económico, en el que Zapatero pareció desenvolverse con más comodidad. El presidente del Gobierno, que recordó al líder del PP que ha dedicado a este capítulo una media de tres minutos en sus diferentes discursos sobre el Estado de la Nación, se reservó para el último minuto de su intervención las frases más destacadas. Se refirió a los «deberes» que le puso Rajoy cuando accedió a La Moncloa: «Usted me dijo que España tenía que crecer al 3% y hemos crecido al 3,7% y me desafió a crear dos millones de empleos y hemos creado tres. Hemos superado todo lo que me exigía», sentenció el líder socialista.

El debate sobre políticas sociales dio pie a uno de los momentos que, probablemente, serán más recordados. Al hilo del problema de la inmigración, Rajoy volvió a defender su contrato de integración e insistió en denunciar la regularización que llevó a cabo el PSOE hace tres años, «un efecto llamada que se oyó en todo el mundo». Aseguró, además, que el Gobierno socialista no ha hecho nada ante una avalancha que ha elevado de 1.976.000 a 3.900.000 el número de trabajadores extranjeros con permiso de residencia. «Hay que trabajar para que los derechos de uno no perjudiquen a otros», sentenció.

Zapatero tardó en replicar, pero cuando lo hizo reprochó a Rajoy que los gobiernos del PP hicieron hasta cinco regularizaciones, «tres de ellas durante su etapa como ministro de Interior». «Nosotros la hicimos con contratos de trabajo y acuerdos con los sindicatos, y para ustedes valía un bonobús o una factura de una noche de hotel» para acreditar la residencia en España. Rajoy no le replicó a pesar de que, poco después, el presidente del Gobierno exhibió fugazmente «un expediente de regularización formalizado con un bonobús». Zapatero tildó el contrato de integración que propone el PP de «papel de delincuente potencial».

Proceso de paz

Mucho más cómodo se sintió el candidato del PP cuando abordó el fallido proceso de paz. En los momentos más tensos del debate, Rajoy acusó al jefe del Ejecutivo socialista de haber sido el primer presidente del Gobierno español que «negocia políticamente con una organización terrorista»,y recordó que «ETA ha vuelto a matar». Además, dijo, Zapatero «ha mentido en infinidad de ocasiones».

El presidente del Gobierno replicó que Rajoy miente cuando dice que «ETA estaba prácticamente acabada hace cuatro años. ¿Cómo es posible, si ustedes le quisieron endosar el atentado más grave cometido en Europa?», preguntó, en alusión al 11-M.

Uno y otro se enzarzaron también en materia de Seguridad Ciudadana, donde se enfrentó la verdad del uno contra la del otro. No quedó claro quién hizo más por dotar a España de más policías, a pesar de que Zapatero insistió, con apoyo gráfico incluido, en que durante la etapa de Rajoy como titular de Interior hubo menos agentes de las fuerzas de seguridad de nunca.

El debate sobre política territorial tampoco importó importantes novedades. Rajoy negó que el haya dicho alguna vez que España se rompe, y aseguró que las visiones más «apocalípticas» a este respecto las ofrecieron Felipe González, Alfonso Guerra y Joaquín Leguina. Afirmó, asimismo, que el Pacto de Tinell se firmó para excluir al PP de la política nacional y aseguró que su partido no apoyó el Estatut catalán porque no fue aceptada ni una sola de sus enmiendas en el Congreso ni en el Senado. Zapatero, en cambio, acusó a los populares de fomentar la división entre comunidades, sembrar la discordia, «decir que vendíamos Navarra a ETA, y ahora gobiernan ustedes allí con nuestro apoyo» y presentar recursos de inconstitucionalidad contra una veintena de artículos del estatuto catalán calcados a otros tantos de la nueva carta autonómica andaluza que sí aceptan.