Elegancia contenida
Fue una noche de medida sofisticación, con pocas estridencias y alguna que otra nota de mal gusto
Actualizado:¿Contenida? Pues sí, la noche del brillo hollywoodiense fue más contenida en escotes, joyas, colores y procacidad lujosa que en otras ocasiones, aunque ya se sabe que a los espectadores del telecast de la ABC lo que realmente les importaba era quién había dormido en la suite del hotel Beverly Hills; quién había llegado en avión privado al aeropuerto de Santa Mónica, quién se había peinado en el Four Seasons, quién había hecho la samosa griega ofrecida en el Green Room, decorado por los interioristas de la edición americana de AD y, por supuesto, quién iba a ser la más elegante en una noche que presagiaba lluvia y truenos.
Contención sólo aparente, pues el espectáculo estuvo allí por mucho que pesara el antecedente de la huelga. Y no hubo truenos, por lo menos hasta que llegó el trueno rojo de Heidi Klum, la mejor con su aparatoso tailleur de Galliano, un bustier de tafetán de seda con tirantes envolventes hacia atrás, que elevaba su sensualidad muy por encima de su aparición en el show de Victoria Secret. Y después, segunda elegante pero a cierta distancia, Cameron Díaz con su asimétrico de Dior en rosa pálido y con los pendientes de Bulgari, aunque mucho mejor por delante que por detrás, ya que el sobrepuesto se ceñía toscamente en sus curvas posteriores. Empatadas en el tercer puesto quedaron Jennifer Garner y Penélope Cruz, la primera a lo flamenco style con su Oscar de la Renta y la segunda doblemente entallada en su Chanel con drapeados y plumas en el escote. Más allá de este podio principal estaban las tres embarazadas, Cate Blanchett, Jessica Alba y Nicole Kidman. Las dos primeras erróneamente entalladas en el esternón, con lo cual el discreto estilo Mesalina se convertía en línea manifiestamente premamá.
El mismo problema que Jennifer Hudson pero sin embarazo, la cual no mejoró con un horrendo ceñido y un busto desproporcionado, ni con su nefasta imagen del año pasado con un bolero dorado. Mucho mejor Nicole Kidman, cuyo sencillo y suelto Balenciaga o su collar diseñado por L'Wren Scott, la novia de Mick Jagger, le disimulaban con elegancia su estado. Bien igualmente Vanessa Paradis, por primera vez, en su formidable Chanel de seda negro, con escote en uve y botonadura en corpiño.
Una pena, sin embargo, las mangas desentonadas en cristalitos Swarowski que lucía Helen Mirren o la delgadez extrema de Calista Flockhart, cuya anatomía bailaba en un precioso vintage de Valentino al estilo Vionnet. También desacertado el estilo sicalíptico de Renee Zellweger, con su Carolina Herrera de pedrería y abertura lateral, la terrible inspiración de sirena en el Gaultier de Marion Cotillard o el vestido corto y drapeado en granate de Julie Christie, para colmo decorado con un pin contra Guantánamo. De los hombres, sí, lo más destacable fue la heterogeneidad libérrima en el concepto del smoking. De hecho, los más clásicos fueron George Clooney y, sorpresa, el rapero Sean P. Diddy, mientras que el de Viggo Mortenssen parecía un chaquetón marino y el de Wesley Snipes el uniforme de un azafato de American Airlines. Con todo, los más chocantes fueron Javier Bardem con su Prada de cuatro botones y cierre casi al cuello, el de Daniel Day-Lewis con ribetes marrones de Paul Smith, acompañado de unos zapatos de ante marrón; o el traje azul de Colin Farrell, un elegante y formidable desvarío británico de Dunhill. Obviamente, en la noche sensual de Hollywood no faltaron otras provocaciones a la contención, como es el caso del Galliano en leopardo y con tatuajes al aire de la stripper Diablo Cody, las gafas de sol para interiores sospechosos del vicioso Jack Nicholson o la manga de whisky, gin o martinis que lució un tambaleante Gary Busey. Cosas de Hollywood o, mejor dicho, del Hollywood más incontenible.