La Casapuerta | Honoris causa
Actualizado:olemne, conmovedor, académico y humano resultó la investidura del décimo séptimo doctor honoris causa de la Universidad de Cádiz en un abarrotado Teatro Falla el pasado miércoles en la persona de Juan de Dios Ramírez Heredia, eminente paisano puertorrealeño, afincado en Barcelona. El precioso y mágico acto contó con la presencia de cientos de gitanos venidos de toda España para rendirle tributo de admiración, respeto y confianza a tan distinguida personalidad calé. Ramírez, con su profunda y diáfana oratoria heredada de otro paisano, Castelar, puso el teatro en tensión y los sentimientos sin contenerse se traducían en oles y aplausos largo y sonoros. Desde que contó a viva voz que su madre gitana analfabeta, lo animaba constantemente para que fuese a la escuela y aprendiera a leer, la olla entró en presión y las lágrimas brotaban espontáneas de felicidad. Para el pueblo gitano es todo un honor y un orgullo este merecido nombramiento. Asistí a tan bonito acto acompañando a mi comparsa y confieso que salí satisfecho con el alma henchida de felicidad por el sutil ambiente que se palpaba y la lisura derramada a lo largo de la investidura. Me llené de orgullo porque era la Universidad de todos los gaditanos la anfitriona del evento y lo estaba haciendo de maravilla. ¿Mejor imposible! La UCA es Cádiz y lleva 3.000 años funcionando, por esa razón, es sabia y humana. Elevar a las alturas de la ciencia y del conocimiento a un gitano es toda una lección de magistral sapiencia. El espíritu de 1812 rondó por el Falla arropado cariñosamente por los anfitriones universitarios. Si elocuente y magistral estuvo el homenajeado, magistral y elocuente estuvo la UCA en elevar a un gitano de familia pobre a tan alto rango. Se me viene a la memoria aquello de «algo tiene el agua cuando la bendicen». ¿Larga vida a la UCA!