Sin Rubichi
Estos días del Festival de Jerez en que esta ciudad gusta y se gusta, bien que hace, en mirarse desde fuera con los ojos de los guiris y los críticos. Estos días en que escudriñamos Los Jereles a ver si descubrimos nuevos rincones en esta Niu Orlins del flamenco que nos han pasado desapercibidos durante los otros 350 días del año, por despistadillos. Fíjense ustedes por donde me ha dado por acordarme de uno que ya no estará de paseo por San Miguel ni en la terraza de La Perla, o a lo mejor si. O seguro que si, que ya se lo dedicaba yo en unas bulerías de gachó que le escribí hace un tiempo:
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«Yo soy el hombre tranquilo/ que ve sentado en La Perla/ el trajinar de mendigos/ y la vida de reventa».
Yo no sé cuántas veces habré pasado este año por la puerta de el 27 en Las Angustias ni cuántas me quedan por pasar, en todo caso muchísimas; pues bien, ni una sola ocasión recuerdo haberlo hecho sin buscar la figura rubia y oronda de Diego. Yo no sé cuántas veces, muchas, me habré encontrado con Antonio El Monea o su hijo Domingo y me ha quedado zumbando en la boca la pregunta ¿Y Diego? ¿Y tu padre?
Por estas mismas fechas me encontraba el año pasado todas las fechas con Dominguito, que ya era Domingón, y su mujer en la calle Ponce, desayunando en el Shema (entonces trabajaba él para la compañía de El Pipa) , y recordábamos los buenos y malos tiempos, que tantos años dan para todo. Yo le preguntaba por la salud de su padre pensando que sólo andaba malusquillo de la garganta.
Unos meses mas tarde me encontré al bueno de José Méndez en la calle Porvenir, y me contó la terrible noticia como algo que se da por sabido: que Diego de los Santos Rubichi, había muerto el día anterior. Yo iba camino de Renfe con destino Sevilla y no pude asistir a los funerales.
Doctores tiene la iglesia y críticos la flamenquería, así que no daré yo la dimensión de Diego en eso que dan en llamar los anales -por cierto, que palabra mas fea-. Como aficionado, y desde lo que espero que Diego y su familia consideren mi amistad, sí puedo hacer una afirmación sin temor a equivocarme: Diego de los Santos era de las pocas verdades andantes que quedaban en Jerez como cantaor, persona y presencia.