ACOMPAÑAMIENTO. Antonio Gabarri apoyó en ele escenario, a la guitarra, a Lola y Carmen Greco. / JUAN CARLOS CORCHADO.
Cultura

más ópera que flamenco

La saga continuadora de José Greco mostró más arte lírico que 'jondo' w

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Inicio de los espectáculos de la Sala Compañía en una tarde poco agradecida, de frío viento y lluvia incesante: el ciclo Con nombre propio, que abre la compañía de Lola y Carmela Greco.

De la opera al flamenco no pretende ser una obra que nos presenta una simbiosis entre los géneros lírico y jondo sino, más bien, una sucesión de diferentes disciplinas que se van sucediendo en el tiempo. No nos confundamos con la etapa denominada Ópera Flamenca que nada tiene que ver con lo sucedido ayer tarde, ni Vedrines formó parte de los acontecimientos.

Apertura de la escena con pieza pianística seguida de una guajira al más puro estilo de la isla del otro lado del charco, interpretada por Carmela Greco sirviéndose de abanico para su estilización dancística. Tablas no le faltan, aunque, si bien estuvo a la altura, se la notó algo evadida o poco concentrada.

Francisco Velasco puso la nota masculina en piezas de baile de danza que se presentaban como finas y técnicas sin abusar de estructuras propias de la danza que bien merecieron los aplausos del público.

Tía Norica Greco se asomó a la ventana en los sones recogidos de grabaciones que se realizaron en el Metropolitan de New York, allá por el 1941, y que dieron preciosidad a la parte musical. Carmela se expresó por tarantas con atuendo rojo pasión demostrando su carácter en los cierres por tangos y con vueltas y giros de danza a cada momento. Se podía apreciar que el componente fundamental del espectáculo no era el flamenco en sí, ya que más clásico español se dejó ver en cada escena.

Compenetración

Notas flamencas en pinceladas de evocaciones como pintaba el maestro Dalí en un redoble de tacón, apoyado en eso, en sus tacones. Y se abre el telón para dar paso a su hermana Lola, que acompañada de Velasco, inicia figuras con música clásica de fondo y sabor a flamenco. Siluetas a dos, en una coordinación más que acertada con movimientos que denostaban la gran compenetración que existe entre ellos. Muestra de ello la gran ovación que les espetó el lleno de butacas de la sala. Vestidos de negro zaíno recorrían el escenario sin despegar del suelo, deslizándose de un extremo a otro, faltando quizás algo de sentimiento flamenco en cada ejecución. El paso por el Ballet Nacional Español deja huella, y se demuestra en cada situación que se vivió en los actores del espectáculo. Línea argumental demasiado basada en la danza y pocas reminiscencias al arte flamenco que es lo que se esperaba en las gradas aunque el público supo apreciar lo que allí había y se portó de la única manera en la que podía contestar: con aplausos.

Por contra, se entiende poco que un espectáculo de similares características no aporte un elenco completo de figuras en cada uno de los campos: tocaor y cantaor no hicieron las mieles que se esperaban, amén del lamentable y escaso sonido que salía de la guitarra, que debiera haberse solucionado en el ensayo.

Bulerías sin sabor, aparentes devaneos y desavenencias entre cantaor y sonatero del compás y couplet en las letras fueron lo más que se eximió en el aporte de la bulería, que al menos dio el tiempo necesario para que el trío de baile cambiara de vestuario para su exposición final.

Acierto, por otro lado, en la pieza final en donde apareció la farruca que cerró la tarde noche. Simplismo en cada movimiento, sofisticación en un baile que desprendía luz donde, ahora sí constancia quedó de la mezcolanza de lo flamenco y lo clásico, aunando las dos disciplinas, haciéndola una. Simultaneidad de ejercicios bracísticos conformaron lo mejor de un espectáculo que sin pretensiones gustó a la afición.

En rueda de prensa la bailaora, dejó claro que esta obra no se presenta con afán de promoción de flamenco, sino mas bien que tiene como argumento la simple sucesión de bailes clásicos y flamencos sin ninguna cohesión que las fundamente. Claridad en sus palabras y claridad en el resultado que sin buscar nada a cambio se llevaron las gratificaciones del público a modo de ovaciones en la recta final. Cabe destacar que, en obras como ésta, las elecciones de vestuario, así como de luminotecnia, aportan calidad al espectáculo y, sin entrar en cargadas escenografías, obtienen mejores resultados que anulando lo argumental con cargas de mobiliario flamenco. Ópera más que flamenco en el inicio de un festival que se preve frío de tiempo pero caliente de ambiente y ganas de buscar argumentos para seguir la fiesta en los trasnoches de la ciudad.