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El Tándem

El pipa, una nana y un responso

Atreverse con todo. En cuestiones de arte es ésta una expresión que a mí me produce sarpullidos de vergüenza ajena por principio; tan delgada es la línea que separa la valentía de la osadía, y la osadía de la falta de vergüenza y seso. Amargos ejemplos no faltan entre los flamencos del colorìn.

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Sin embargo, hay artistas que se atreven con lo que la vida les va deparando en cada momento. La vida con su descuento de dolor y tragedia, con su complemento de ternura, dulzura y comedia. Artistas que tienen la inteligencia y el respeto por sí mismos y su arte para afrontar los retos que de verdad importan, y el momento preciso en que su madurez lo demanda. Es por eso que el espectáculo que hoy presenta Antonio El Pipa no sólo dignifica esta frase, sino que la sublima.

Hace ya casi tres años, Antonio fue padre por segunda vez, poco después de haber perdido a su madre. Y Antonio, el artista, la persona, lo afrontó como lo hacen los cabales: con hombría y con amor. Amor con palabras mayores, amor por su gente y su entorno, amor por su oficio y su arte, amor desde la alegría y, por qué no, desde el dolor.

Así nació Puertas Adentro, con tres heridas fundidas en el yunque de su verdad.

Los afortunados esta noche se estremezcarán con el baile de Antonio por seguiriyas y peteneras en el cortejo fúnebre que abre el primer acto; la ternura y la gracia del segundo acto con Antonio niño mamando de El Sernita, Borrico o Terremoto, o la riña de patio entre hermanas

Y, por fin, ese tercer acto pleno de hondura y nostalgia por los que se fueron pero siguen ahí, los que nos dejan solos, pero menos, con la clara memoria del compás los ecos. Parafraseando al propio artista, Antonio Ríos Fernandez, El Pipa, para el arte: «Gracias por existir aún en él y a través de él en nosotros, señora Fernandez, su madre».