TERCERA. La cícada asiática. / L. V.
Contraportada

Chinches y zapateros

LA VOZ ofrece mañana la cuarta entrega de la colección Bichos: la cícada asiática

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Nuestro bicho de hoy es de buena familia; la cícada asiática, o portaantorchas, es una chinche. Dicho así, de sopetón, suena como a insulto, pero que me aspen si no consigo que ustedes las vean con mejores ojos tras leer estas líneas.

En castellano siempre han sido cigarrillas, pero en Tailandia les llaman insecto elefante por su trompa roja evidente. Nuestra Pyrops candelaria, es un miembro del ilustre Orden de los Hemípteros, que incluye desde las grandes cigarras hasta los pulgones, pasando por criaturas increíbles, como los únicos insectos que han conquistado el mar abierto. Sí, la tristemente famosa Chinche de las camas también es prima suya, pero en todas las familias hay una oveja negra.

A pesar de sus variopintas historias naturales, lo que une a los Hemípteros, es que todos son unos chupones dotados de una boca succionadora de líquidos. Sólo ingieren fluidos de otros seres; puede ser savia vegetal... o sangre; sí, hay vampiros entre ellos, como las chinches asesinas dotadas de saliva paralizante, o la chinche besucona, con la mala costumbre de picar a los humanos en la boca. Pero nuestra cícada, a pesar de que su nombre científico suene tan canario (la Candelaria es la Patrona de las islas), en realidad parece gallega, porque no se sabe si viene o va.

Para despistar a los depredadores, su cabeza imita a un abdomen, mientras su parte trasera copia perfectamente las antenas y los ojos de una engañosa testa. Esto, que se llama automimetismo, sirve para que cuando, por ejemplo, un pájaro trate de atraparla esperando que vuele hacia adelante, ella escape con facilidad despegando en dirección contraria. Su prima gigante, la Phosphora lanternaria cigarra quetzal, lleva la estrategia al límite. Además de ser grande como un perrito caliente, su descomunal cabeza parece la de un reptil, dándole un aspecto más que feroz y muy poco apetecible a un animal realmente inofensivo.

Pero no crean que los Homo sapiens nos libramos del automimetismo; el zoólogo Desmond Morris asegura que los desmesurados pechos de las hembras humanas no son sino imitaciones frontales de las sexualmente apetecibles nalgas, con fines claros de atracción sexual. Ya ven, somos lo que somos. Pero no podemos dejar de mencionar al Zapatero común (Gerris lacustris), un chinche adaptado a vivir en la superficie, sin mojarse, gracias a sus pelos hidrorrepelentes.

Otros Hemípteros han llevado su adaptación al agua a límites increíbles. Las nepas bucean respirando por un tubo; la chinche vikinga lo hace abrazada a una burbuja de aire, que además, según va respirando, se va recargando por difusión del oxígeno del agua circundante, y otras realizan la llamada respiración de peto, rodeándose de una fina capa de aire atrapada en sus pelos con la que pueden respirar sin problemas.

Así pues, la próxima vez que llamen a alguien chinche, perciban que no le están chinchando, más bien al contrario, se trata de un piropo (Pyrops, de las voces griegas Pyr y Ops, Mirada de Fuego), precisamente el nombre de nuestra cigarrilla.